CÁDIZ

Regresa el alcalde y se estrenan las viviendas de La Paz

el concejal de IU Sebastián Terrada

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E n París el movimiento estudiantil ganaba fuerza. Los jóvenes luchaban por un mundo distinto, una mentalidad más abierta y libertaria se imponía con una rapidez inusitada entre las nuevas generaciones. Las revueltas comenzaron a extenderse por todo el país y pronto ese malestar llegaría a otras universidades europeas.

Mientras tanto, Cádiz recibía a su alcalde, que regresaba a casa desde Alemania donde había sido tratado de una dolencia que padecía. Los gaditanos lo encontraron celebrando las Fiestas Típicas en la tribuna de la calle Ancha. En la primera entrevista que hizo tras su vuelta, Carranza no dudó en afirmar que el futuro de la Bahía estaba en la unión de Cádiz y Puerto Real gracias al puente. Además, apremió a los gaditanos a hacerse socios del Cádiz C. F, la única manera de apoyar al equipo.

Por aquellos días, la ciudad contaba con mil nuevas viviendas al estrenarse la Barriada de La Paz frente a la Bahía. El antiguo Polígono de los Corrales se convertía así en un barrio moderno y adaptado a los tiempos que corrían.

El ministro de Vivienda, José Martínez y Sánchez Arjona, inauguró la barriada ante la presencia de cientos de gaditanos que acudieron al complejo residencial construido por la empresa Constructora Internacional S. A. El obispo Añoveros fue el encargado de bendecir los inmuebles y recalcó que el barrio venía a solucionar en gran parte el problema de la vivienda, uno de los más grandes que sufre la capital.

El ministro se comprometió a luchar para que todas las familias tuvieran un hogar digno.

El nuevo Barrio de la Paz contaba con 90 viviendas de primera, 135 de segunda con tres habitaciones, 90 de segunda con cuatro dormitorios, 580 de tercera con tres dormitorios y 105 de tercera con cuatro dormitorios.

En junio de 1968 Sebastián Terrada se hacía este retrato con su hermana mayor. Imagen típica de los 60 en la que los miembros de la familia posaban para quedar postrados en un marco por el paso de los tiempos y de los familiares que acudían de visita a las casas. Un recuerdo que, a pesar de los años, sigue siendo tan importante como esa tarde de verano.