Un soldado afgano controla el acceso a una concurrida calle de Kandahar, al sur de Afganistán. / AFP
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Karzai se queda solo en las elecciones

Abdalá renuncia a enfrentarse al presidente en la segunda vuelta de los comicios, prevista para el sábado, ante el riesgo de que se repita el fraude

ENVIADO ESPECIAL. KABUL Actualizado: Guardar
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«No me presento a la segunda vuelta prevista para el próximo día siete». Abdalá Abdalá dice adiós a la carrera presidencial y con él se lleva la poca credibilidad que le quedaba a un proceso lastrado por el fraude y la violencia talibán. Siguiendo al milímetro un guión diseñado para aumentar la presión sobre Hamid Karzai, el ex ministro de Exteriores celebró un mitin con toda su plana mayor en la sede de la Loya Jirga de Kabul y tras cuarenta minutos de intervención en los que denunció por enésima vez la falta de garantías para evitar una nueva manipulación, anunció oficialmente su retirada. Un secreto a voces en la capital afgana.

«Según la legislación electoral y la Constitución debe haber una segunda vuelta. La Carta Magna es clara», aseguró Daud Najafi, responsable de la Comisión Electoral Independiente, tras conocer la postura de Abdalá, aunque el organismo tiene previsto anunciar en las próximas horas si sigue adelante o no con el proceso. Representanes de la candidatura de Karzai calificaron de «poco afortunada» la decisión y defendieron que el «proceso debe seguir adelante porque los afganos tienen derecho al voto y a que este proceso concluya». Una atribución constitucional que, si nada cambia en los próximos días, deberán ejercer el próximo sábado en una cita en la que el único candidato será el actual presidente. Se allana por tanto el camino para la reelección del líder pastún, pero la legitimidad de su victoria quedará ensombrecida por el adiós prematuro del que ha sido su gran rival en las urnas. «Sólo una fuerte participación le reforzaría, aunque no es probable debido a las condiciones de seguridad», subraya el analista local Haroun Mir.

«Decisión dura»

La marcha oficial de Abdalá se produjo entre los aplausos, gritos y poemas que le dedicaron los miles de seguidores que acudieron a su llamada en Kabul. El ex ministro de Exteriores aseguró que «se trata de una decisión muy dura», pero pidió a los suyos que no recurran a la violencia, ni se echen a las calles para protestar. «No pido el boicot a los comicios, que los ciudadanos hagan lo que estimen oportuno, pero no creo que vivamos en un ambiente de democracia», lamentó el ya ex candidato a la presidencia.

En tan sólo dos meses, Abdalá ha logrado forjarse una figura de hombre fuerte gracias a sus buenos resultados en las urnas (31% de los votos) y a su agresiva campaña en los medios de comunicación, que en todo momento han tenido acceso directo al líder opositor. Su mensaje contra la corrupción electoral ha calado hondo y de ser un gran desconocido para Occidente ha pasado a recibir llamadas de Barack Obama, Gordon Brown o Hillary Clinton y mantener reuniones semanales con diplomáticos de todo el mundo presentes en Kabul. Una estrategia radicalmente opuesta a un Karzai que apenas abandona las dependencias de su palacio presidencial. Ahora, tras llevar hasta las últimas consecuencias su lucha contra el fraude, pone al borde del precipicio unas elecciones en las que la comunidad internacional había depositado todas sus esperanzas para dar un golpe de timón y afrontar la pacificación definitiva del país.

El proceso electoral afgano, sin embargo, parece discurrir de forma paralela delante y detrás de las cámaras. El propio Abdalá confesó que la pasada semana mantuvo un encuentro cara a cara con Karzai que resultó «inútil» porque el presidente no aceptó las «condiciones mínimas» para intentar garantizar la limpieza en los comicios que consistían en destituir al jefe de la Comisión Electoral Independiente y suspender temporalmente a tres de sus ministros implicados en la manipulación de votos de la primera vuelta. La ONU constató el pucherazo en los comicios y sus investigaciones acabaron por invalidar la mayoría absoluta que había logrado en un principio el presidente.

En el día de su adiós, sin embargo, no quiso poner el punto y final a este culebrón electoral y cuando se le preguntó sobre un posible pacto de unidad nacional con Karzai admitió que no cierra «ninguna puerta», pero que se mantendrá «apegado a los principios» con los que inició la campaña. «Seguiré mi agenda para la reforma y el cambio del país en cualquier circunstancia, así que la puerta debería estar abierta». El suspense se mantiene en este interminable y convulso proceso democrático.