Mariano Rajoy aplaude a su número dos, Dolores de Cospedal, tras su intervención en el congreso del partido en Valencia, en 2008. / AP
ESPAÑA

Cospedal, el bastión de Rajoy

El presidente del PP, tras un lustro en el cargo, no termina de asegurarse lealtades incondicionales de los 'barones' regionales

MADRID Actualizado: Guardar
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En sus cinco años al frente del PP, Mariano Rajoy no ha conseguido asegurarse lealtades inquebrantables e incondicionales de los barones autonómicos y tampoco unas organizaciones territoriales disciplinadas y poderosas que fortalezcan su liderazgo, especialmente en los momentos más críticos. Más bien al contrario, en buena parte de las autonomías el PP padece crisis internas o bien sus líderes trabajan para sus intereses y con actitudes ambiguas que alimentan fisuras internas más o menos públicas. La secretaria general y presidenta del PP de Castilla-La Mancha, Dolores de Cospedal, mantiene el control del único bastión con el que, hoy por hoy, cuenta Rajoy. La número dos del PP tiene, además, el mérito de haber sabido convertir en pujante alternativa política un partido que encontró desmantelado y condenado a la perpetua oposición.

A pesar de ello, durante los últimos días ya han salido importantes voces del partido, como las de Núñez Feijóo, Manuel Fraga, Javier Arenas y García Escudero, cerrando filas en torno a Rajoy en un intento de apaciguar ánimos de cara al comité nacional de mañana. En esta línea, la portavoz del PP en el Congreso, Soraya Sáenz de Santamaría, recordó ayer a los dirigentes de su partido que están «llamados a un ejercicio de responsabilidad» para presentar una «alternativa», en un «momento de crisis» como el actual. «Por encima de los intereses de cada uno están los intereses del partido que nos ha puesto ahí y que nos puede exigir esa responsabilidad», declaró la portavoz de los populares. El objetivo, como ha ocurrido en más de una ocasión, es curar la herida, aunque no quede cerrada del todo.

El principal puntal del presidente nacional era el PP de Valencia porque Francisco Camps se erigió en el primer valedor de Rajoy en el congreso de 2008 y puso a su disposición un partido potente y electoralmente exitoso. La gestión del caso Gürtel dio al traste con aquel poderío y, en este momento, los populares valencianos atraviesan la más grave crisis de los últimos años. La situación de la Comunidad Valenciana sólo es comparable a la de Madrid, aunque en distintos términos.

La presidenta madrileña y el alcalde de la capital llevan años enzarzados en una guerra que acaba de explotar en toda su magnitud. Esperanza Aguirre -asimismo abiertamente enfrentada a la dirección nacional- ha exhibido esta semana su musculatura, tanto ante Rajoy como ante Gallardón, al demostrar que tiene la fidelidad de 108 de los 111 alcaldes de la comunidad y, en un terreno propicio al alcalde, logró el apoyo de 13 de los concejales populares de la ciudad del oso y el madroño por 19 que siguieron fieles a Gallardón.

En Baleares, los múltiples casos de corrupción afectan a sus ex presidentes Gabriel Cañellas y Jaume Matas y se reparten por el archipiélago salpicando a dirigentes y cargos municipales. La actividad de los tribunales y el ejercicio de la oposición han sembrado la discordia y las luchas intestinas.

La herencia de Cascos

La herencia de Francisco Álvarez Cascos en Asturias quedó eclipsada cuando no contaminada por la guerra civil que, hace años, se instaló en el PP del Principado. Además, el ex secretario general sigue activo en las disputas internas que mantienen sus ex correligionarios.

En Cataluña, la gestión de Rajoy no obtuvo éxito alguno porque primero apostó por Josep Piqué y después provocó su huida. En contra de la opinión del entonces secretario general, Ángel Acebes, eligió a Daniel Sirera como sucesor del ex ministro, pero se equivocó y lo desalojó del poder en un abrir y cerrar de ojos al aupar al cargo a la actual presidenta, Alicia Sánchez Camacho. Aunque la labor de Sánchez Camacho empieza a dar resultados y el PP catalán avanza poco a poco, no puede decirse que se encuentre en la mejor situación en vísperas de unas elecciones autonómicas. Montserrat Nebrera acaba de abandonar el PP dando un portazo y la prensa sorprendió a Sirera cuando enviaba un mensaje a una compañera de escaño: «Este partido es una mierda».

La bronca con Unión del Pueblo Navarro, que la dirección nacional no supo atajar, dio como resultado la ruptura de la coalición y ahora el PP trabaja en la instalación de un nuevo partido en la comunidad foral, donde todavía no ha celebrado su congreso constituyente y para el que aún busca líder.

En Murcia, Ramón Luis Valcárcel tiene el partido bajo control y la mayoría absoluta asegurada, pero el malestar del PP regional con la dirección nacional ya no se disimula. Los cambios en la política sobre el agua y la respuesta a los casos de corrupción alimentaron el descontento en sus filas, que se vio reflejado en el equívoco gesto de su presidente, que puso en duda su continuidad al frente del Gobierno autonómico aunque ahora haya ratificado su permanencia. Valcárcel fue el primero de los barones territoriales que alzó la voz para protestar por el actual desgobierno.

El castellano leonés Juan Vicente Herrera también rompió su silencio, puso pie en pared y amenazó con retirar su candidatura a las elecciones autonómicas de 2011 si no se arreglan los conflictos internos. Herrera no las tiene todas consigo y sigue deshojando la margarita de su futuro sin ocultar el desánimo ante tanto caos interno.

Silencios

El silencio es mayor en autonomías de menor influencia, como La Rioja, donde Pedro Sanz disfruta de una cómoda situación. En Canarias, los populares siguen bajo el control del presidente insular, José Manuel Soria, persona de la confianza de Rajoy, que comparte con Coalición Canaria el Gobierno autonómico. La situación en Cantabria no es tan halagüeña, porque el PP sigue en la oposición aunque el popular Íñigo de la Serna ocupa la alcaldía de Santander. Extremadura, por su parte, es un erial en expectativas sin posibilidades de que el PP pueda llegar al poder. El relevo de Carlos Floriano por el actual presidente regional, José Antonio Monago, supuso situar de nuevo el contador a cero cuando el anterior líder ya llevaba recorrido un importante trayecto al frente de la oposición y se había consolidado como dirigente del PP extremeño.

A pesar de la bronca que supuso la renuncia de María San Gil, Rajoy tuvo éxito en la renovación del liderazgo en el PP del País Vasco y Antonio Basagoiti logró un aseado resultado electoral en los últimos comicios. El joven dirigente gestiona con acierto el compromiso político con el Gobierno socialista de Patxi López, pero acaba de recibir una bofetada de la dirección nacional, que desautorizó su apoyo al blindaje del Concierto vasco.