Las maniobras del paso se antojaron complicadas para la cuadrilla que enfiló el paso hacia la calle homónima a su titular mariana. / MIGUEL GÓMEZ
CÁDIZ

La Viña tenía ganas de Palma

En la fiesta de Todos los Santos el barrio se lanzó a la calle para disfrutar del cortejo, después de que la lluvia obligara el año anterior a suprimir la procesión de la Virgen

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Revoloteo de palomas. Las campanas de la iglesia de La Palma repican sin cesar. Su sonido se cuela en las casas de los vecinos de La Viña «como si estuvieran dentro», como bromea un viñero. Media docena de estos pájaros callejeros emprenden el vuelo sobre las cabezas que pueblan la calle de La Palma. A parte del surco que improvisadamente se ha delineado en la calle para dejar pasar la procesión conmemorativa de la intercesión de la Virgen en el Maremoto de 1755, no cabe un alfiler.

Son las 17.30 de la tarde y en la calle los viñeros esperan un cortejo que el año pasado la lluvia estropeó. Este año no será así. Desde por la mañana el sol y el tiempo se conjuraron para limpiar el cielo y conservar las temperaturas primaverales de estos últimos días. Da la impresión de que Cádiz se hubiera mudado de hemisferio y el 1 de noviembre sea ahora el inicio del verano.

Las puertas continúan cerradas pero fuera ya todo está listo. La banda Maestro Enrique Galán de Rota aguarda a la derecha del templo. El nuevo retablo del cuadro conmemorativo está engalanado y bendecido desde esta mañana. Sólo falta el paso. A las 17.40 las puertas del templo se abren y dejan salir a la Cruz de Guía. Aplausos generalizados en la calle.

En el interior de la parroquia las secciones de la procesión se forman en silencio: hermanos con cirios, representantes del Nazareno -en calidad de padrinos de la coronación de la Virgen en 1987-, monaguillos de negro con roquete blanco y la presidencia del cortejo. Esta última compuesta tanto por la junta de gobierno de la hermandad como por la Corporación Municipal representada por la concejal Carmen Obregón.

En el cortejo tampoco faltaron dos objetos de una cargada simbología viñera: la reproducción en plata del estandarte que el Padre Mejías clavó en el suelo -bajo la súplica «hasta aquí, madre mía»- hace 254 años y el crucifijo que según la leyenda también ayudó a obrar el milagro. Este último iba escoltado por dos servidores vestidos de federica.

Salida esperada

En apenas un cuarto de hora, la cuadrilla de Antonio Valero hizo todas las maniobras necesarias para llevar el paso hasta la calle. Al desmontar las patas y colocar los patines el paso ofreció una estampa inusual. Las mismas flores que engalanaban las esquinas y jarras del paso -nardos, rosas y gladiolos blancos- formaban una alfombra que tamizaba por completo la mesa de las andas.

Los cargadores salvaron los tres escalones que separan la iglesia de la calle y, en volandas, enfilaron el paso de la imagen hacia la calle de La Palma con el aplauso de los presentes. Para ese entonces la banda de Rota ya había interpretado el Himno de España y se disponía a tocar la primera marcha de su repertorio: Mística Palma que sonó engarzada a Palma Coronada. Con la primera marcha, la cuadrilla y muchos de los presentes se animaron a rezar en forma de canto, con el consiguiente aplauso generalizado.

La Virgen se perdió en el horizonte de su calle homónima para continuar con su recorrido por San Félix, Patrocinio, Rosa, Pastora, Plaza del Tío la tiza, Hermano Ignacio, José Cubiles, Cristo de la Misericordia y de nuevo a La Palma para recogerse al filo de las nueve de la noche. Durante todo el recorrido, la Virgen contó con la presencia de muchos viñeros que no quisieron perderse el cortejo de una procesión que, como todos los años estuvo festoneada por reposteros y por las cañas de pescar que se almacenan en los balcones.

Renovación del voto

Horas antes de que la procesión pusiese el broche de oro al día, Cádiz renovó el voto con la Virgen con un pontifical. La misa presidida por el obispo Antonio Ceballos se produjo tras la eucaristía y el rosario de aurora que se celebraron a partir de las 9 de la mañana.

Antonio Ceballos llegó hasta el templo por la calle de La Palma y se detuvo ante el nuevo retablo que había sido bendecido horas antes. Allí rezó unos momentos junto con miembros de la Corporación Municipal y de la junta de gobierno de la hermandad.

El pontifical comenzó puntual con los cantos del coro parroquial que interpretó la misa gaditana. Cuando Ceballos entró en el templo por la puerta principal los bancos lucían a rebosar de gaditanos. La misa se alargó durante una hora. Durante la homilía del Obispo, este destacó la importancia de la vida ya que «respetar la muerte es saber amar la vida». El prelado quiso tener unas palabras de apoyo para los parados de Cádiz: «Madre mía te pido por ellos, porque mejoren su situación».

El acto contó también con el discurso del hermano mayor, Manuel Rodríguez que fue el encargado de renovar el voto de La Viña con la Virgen. «En 1755 hicimos una promesa de celebrar el día con un rosario de penitencia, una Función Votiva y una procesión. Hoy 254 años después podemos decir que hemos cumplido el precepto», destacó Rodríguez.