Zine el Abidine Ben Alí. / EFE
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Ben Alí logra su quinto mandato en Túnez en otra farsa electoral

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Con 73 años aún tiene el porte militar y el pelo negro y abundante, aunque esto último se deba a la coquetería propia de muchos señores árabes de su edad, amantes del tinte capilar. Es duro y trabajador, y sobre todo, defensor de la estabilidad. Un orden a cualquier precio y, por supuesto, con él a las riendas.

Zine el Abidine Ben Alí ganó el domingo su quinto mandato como presidente de Túnez tras obtener el 89,62% de los votos, según los resultados divulgados ayer. Nadie dudaba de que su victoria sería abrumadora, tal y como lo ha sido desde que accediera al poder en 1987, tras un golpe de Estado. Su predecesor, Habib Burguiba, había sido presidente vitalicio y fue incapacitado por un grupo de médicos congregado en plena noche por el propio Ben Alí, entonces primer ministro.

Con una participación cercana al 90%, el mandatario tunecino arrasó y dejó al resto de aspirantes con un apoyo residual. Dos de ellos, Mohamed Bouchiha y Ahmed Inoubli, tuvieron que conformarse con el 5% y el 3,8% de los sufragios pese a su proximidad al régimen. El único candidato realmente opositor, Ahmed Brahim, apenas rebasó el 1,5% de los votos.

Mano dura

Desde su ascenso al poder, hace ya 22 años, su obsesión por la estabilidad le ha llevado a gobernar el país con mano dura y sin permitir ningún tipo de fisura, ni política ni social. Para ello no ha estado solo. Una extensa red clientelar, tejida a lo largo de décadas, alimentada por el amiguismo y el tráfico de influencias y fiel hasta los huesos a Ben Alí, ha dominado las élites y el panorama político tunecino.

Ben Alí ganó sus primeras elecciones presidenciales en abril de 1989, cuando arrasó con el 99,27% de los votos, y repitió triunfo en 1994 y 1999.