TRIBUNA

Los gobernantes pasan; la justicia social, no

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Vuelvo a una reflexión sobre la coyuntura social. No he dicho crisis; no quiero que ustedes cambien de artículo. Es evidente que la gestión de Zapatero está teniendo malos resultados. Pésimos. En desempleo y en déficit público, las cifras asustan. En protección social, el esfuerzo es notable. El futuro es muy gris. Leo por aquí y por allá todo lo que puedo. No sé si otros lo harían mejor. Es fácil decir que ¡peor imposible!. Puede ser. Si así es, los espero ya. ¡Que gobierne el mejor, por justo y por capaz! Por mil sitios leo ¡qué mal, qué mal!, pero casi nadie dice qué habría que hacer en concreto.

Leo y les cuento. Dicen los críticos. Habría que favorecer políticas creadoras de empleo y competitividad de la economía española. Dejar caer lo que no tiene futuro, y centrarse en inversiones productivas y con futuro en el mercado mundial. ¡Qué bonito suena! Estoy de acuerdo. Pero, mientras llega eso, ¿qué hacemos con los parados? Quedan dos salidas. Atenderlos en justicia; es caro y quizá retrasa otras soluciones, ¡quizá!, pero es justo y debido. Otra, dejarlos al cuidado de sus familias, o a la intemperie. Es injusto y la promesa de mejores soluciones para ellos es muy incierta. Ya me entienden. Así que primera idea. No se puede criticar que el Gobierno gasta mucho en políticas sociales y, a la vez, que los parados se lo merecen todo y más. O hay que aclarar cómo gastar lo mismo para ellos pero con más eficiencia. En los dos campos no se puede jugar.

Pongamos más ejemplos. Se dice esto: Hay que invertir más en sectores productivos, y gastar en enseñanza y sanidad, en investigación y nuevas tecnologías, bajar los impuestos a las empresas y consumidores... pero no hay que aumentar el déficit, sino recortarlo. Pero ¿cómo? ¿De dónde se recorta? Ésta es la pregunta que me obsesiona. No que no sea posible, sino que no veo respuestas. Por fin, indago más y más, y encuentro la respuesta. El ahorro tiene que venir por el lado del gasto público menos productivo, es decir, gasto corriente de unas administraciones recargadas de personal y organismos poco eficientes, si no inútiles. Otro ámbito, leo más allá. Hay que reformar los mercados y hacerlos libres, sobre todo en el sector de los servicios con poca competencia y que las empresas menos competitivas espabilen o caigan. Me gusta la idea, pero esto hay que decírselo a la Administración pública, a los grupos empresariales más poderosos y, en su particular cuota, a los sindicatos, fuertes en esos sectores. Pues eso, que la política que nos ha de arreglar las cosas lo hará mejor si el pacto social es más de todos y posible.

Por cierto, en un país con casi cuatro millones de parados, y con millones de trabajadores por debajo de los 1.000 euros, los elevados salarios ylas pensiones y blindajes de los altos directivos bancarios son la prueba más evidente de que las soluciones a la crisis pasan por todos los caminos, menos aquél por el que deberían.

Y es que mientras la propiedad privada sea el más sacrosanto de los derechos humanos poco pueden cambiar las cosas. Me gusta que se recompense bien al emprendedor y al que se esfuerza, pero de ahí a someternos a su dictado social hay un salto que una mente sensata no debería aceptar sin crítica. De esto debería ocuparse la política.