PAN Y CIRCO

Vísteme despacio

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La maquinaria mediática que tanto nos dio la lata durante este verano con la llegada un día sí y otro también de un crack mediático que viniera a completar el cupo de megaestrellas al amparo del talonario de Florentino Pérez es la misma que ahora ha encendido todas las alarmas tras el varapalo madridista sufrido en casa de Josemari I, generalísimo de Sevilla. Más allá de términos tan manidos como la cristianodependencia, el verdadero problema del Real Madrid y del ingente pelotón de forofos metidos a plumillas que a diario controla cada uno de sus movimientos radica en que el FC Barcelona sigue estando a años luz en una cuestión tan diáfana como es el juego en equipo, algo que hace ya muchísimas temporadas que no se atisba por Chamartín. El temido señor del saco y el poeta argentino han pretendido repetir en un abrir y cerrar de ojos la misma jugada que ya le saliera tan redonda la pasada temporada a Pep Guardiola. Pero en el fútbol, como en casi todas las facetas de nuestra miserable vida, hay que vestirse despacio si uno tiene prisa por emular al rival. Además, hay que tener muy en cuenta en qué punto se encuentra la paciencia de la afición blanca, tan poco dada a convertir el Bernabéu en una olla a presión (resultan mosqueantes para el que lo visita por primera vez los silencios que se oyen en ese estadio) como a consentir que le tomen el pelo, y si no que se lo pregunten a Guti. Se presenta pues una temporada bastante comprometida para el madridismo con el agravante añadido de que la final de la Champions se disputa en casa. Otro debate más que engrosar a una interminable lista que encabeza el de Raúl González para entender que mientras este club siga instalado en un estado de continua crispación, que pone en entredicho hasta la figura de Pellegrini y sus polémicas rotaciones, no habrá modo de que pueda equipararse al enemigo culé.