Antonio, en una imagen tomada ayer en el interior de la prisión. / CEDIDA POR SOITU.ES
ANTONIO PORTA CHIPIONERO PRESO EN EL PENAL DE MARCO AURELIO SOTO

«Vine a Honduras para casarme y no me iré hasta que lo haga»

El condenado relata desde la cárcel su calvario tras ser detenido en unos disturbios contra el presidente Micheletti

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Cientos de mujeres se agolpan a la entrada de la penitenciaría nacional Marco Aurelio Soto de Honduras. Son las nueve de la mañana y esperan su turno para ser registradas y entrar en la prisión a ver a sus maridos. El penal se conoce popularmente como Tamara. La seguridad no es muy exhaustiva. El visitante camina libremente entre las calles que separan las dependencias de la cárcel hasta llegar a la garita donde piden el pase.

Con paso rápido sale Antonio Porta, el chipionero de 41 años que ha sido condenado por disturbios. Tiene la mirada perdida sin saber quién le saluda ni porqué. Se sienta en patio del módulo Diagnóstico, supuestamente el que alberga a los presidiarios menos peligrosos. Detrás de él otro recluso pone en marcha una freidora y un hornillo. Se trata de los negocios administrados por los presos donde se puede comprar comida, tabaco o golosinas dentro del penal. Vino a conocer a su futura esposa, con quien contactó por Internet, y ha terminado en la cárcel acusado de ser el cabecilla de un grupo que causó «daños y perjuicios» a un coche patrulla. Antonio vive un mal sueño.

–Vino a ver a su novia y ha terminado en la cárcel....

–La conocí hace un año por Internet y vine a verla en persona.

–¿No le habría salido mejor pagarle un billete para España?

–Se lo iba a pagar, pero no iba a ir a España sin conocerme. Nos casábamos aquí y nos íbamos a España de Luna de Miel.

–¿Cómo la conoció?

–Por Internet. Conocí a una chica de Honduras en España y me dijo que me iba a presentar a una buena amiga.

–¿Se esperaba esta situación?

–No. Cuando compré el billete todo estaba tranquilo.

–Cuándo lo compró?

–En junio.

–¿Qué pasó el día de su detención?

–Me levanté el día 22 y bajé a desayunar, pero ese día no había nada en el hotel. El toque de queda impidió a los cocineros llegar al trabajo. Llamé a mi novia, María Antolina, y se lo comenté. Decidió venir a buscarme para ir a su casa.

–¿Dónde fueron?

–Por el camino fuimos buscando alguna tienda abierta donde comprar pan y fruta, pero al llegar al estadio fuimos detenidos.

–¿Sabía lo del toque de queda?

–Claro, pero había mucha gente en la calle y no pasaba nada.

–Le detienen y te traen a al penal. ¿Cómo es la cárcel en Honduras?

–No me esperaba ésto.

–¿Cuántos presos hay por celda?

–De celda nada. Duermo en el suelo de un pasillo.

–Pero ¿cuántos presos hay?

–Aquí no caben más.

–¿Y la comida?

–Arroz con frijoles. Es la comida de cada día. No hay nada para beber.

–¿Se ha sentido desamparado en algún momento?

–No. Está mi novia y el consulado...

–¿Cómo se ha portado el consulado?

–Muy bien. Fueron al hotel y recogieron mi ropa y mi pasaporte.

–¿Vendrá su familia?

–El alcalde de Chipiona quería pagar el pasaje a mi madre para que viniera, pero le dije que no. No quiero que mire ésto porque se va a poner mala. Las cárceles en España son diferentes. Prefiero que no venga mi familia.

–¿Está preocupado por la situación?

–Estaba muy preocupado por mi novia, pero ha salido en libertad y ya estoy más tranquilo. Yo estoy bien.

–¿Qué piensa de la acusación?

–Mire. Soy español y no tengo nada que ver con Honduras. No conozco la política de aquí, ni a Zelaya ni a Micheletti. Yo no he hecho nada. Me acusan de que tire piedras a un coche policial y de que soy el jefe de una banda.

–¿Jefe de qué?

–Me acusan de ser jefe de una banda y sólo llevaba cuatro días en Honduras. Vine a conocer a mi novia y a casarme con ella.

–¿Por qué está metido en este lío?

–He llegado a pensar que la jueza ha tomado represalias porque España negó el visado a todos los golpistas.

–¿Ha pensado pedir algún tipo de medida para salir de aquí?

–Lo intentó mi abogado, pero dicen que hay riesgo de fuga.

–¿Qué hará cuando salga?

–No me voy. Vine a casarme y me iré cuando me case.

–¿A España?

–Allí tenemos mejor vida que aquí y si tenemos hijos, mejor.

–¿Mantiene contacto con su familia?

–Hay un español, el padre Peter, que me ayuda. Tiene un teléfono y le meto crédito. Hablo con mi madre.