vuelta de hoja

La sombra de Caín

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Quizá ese hombre que encienda los pinares, del que en su tiempo habló Antonio Machado, no sea de exclusivo linaje español. En todas partes hay bomberos, pero en ninguna arriesgan tanto su vida como entre nosotros. Ese es el verdadero verano sangriento, no el de los toreros. La manguera es más peligrosa que la muleta como instrumento de trabajo. Sólo en Teruel se registran ya 10.000 hectáreas arrasadas, pero toda España está que arde, por unas cosas o por otras, y la única esperanza es que nos caiga del cielo el maná o bien la lluvia. Al parecer, las rogativas que se hacen en las procesiones no influyen de un modo determinante en la climatología. Se sospecha que por eso los penitentes más devotos no llevan impermeables ni paraguas.

No hay que echarle toda la culpa de los incendios a la alta temperatura, sino a la baja moral de algunos ciudadanos, ya que en un alto porcentaje son provocados. Como sigamos al mismo ritmo, tanto Caperucita como el lobo tendrán que abandonar el bosque chamuscado y refugiarse en alguna urbanización. Nuestra nación no sólo se nos está quedando más chica por los nacionalistas, sino por los pirómanos. Todos los años merma y éste ha empezado a reducirse antes de que lleguen las rebajas de agosto.

Habló Luis Cernuda del español terrible, siempre con su piedra en la mano, pero lo peor es que lleva una tea en la otra. Es muy difícil disminuir el número de los locos, sobre todo si son por encargo. Hay trabajadores del campo que nunca han sembrado ni recolectado nada, pero viven de quemarlo. Las leyes que los castigan son tan insuficientes como los helicópteros que se emplean en la extinción. Más urgente que la repoblación forestal resulta la repoblación mental.