EL COMENTARIO

Jácara

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A quién no se le rompe el corazón al ver a Francisco Correa entre rejas, cuando podría estar cuidando su bronceado en una playa tropical? El paso de la mansión al calabozo tiene que producir un enorme desasosiego, especialmente en los habituados a codearse con la flor y nata de la sociedad. Correa ha declarado desde su nueva residencia de Soto del Real que no acaba de encajar en ese mundo. Para ellos las prisiones no son instrumentos puestos a disposición de la Justicia para recluir a los culpables de delitos sea cual sea su condición, sino zonas del extrarradio como pudieran ser los barrios de viviendas sociales, los asentamientos chabolistas o los polígonos de barracones prefabricados para alojar a los menos pudientes. Si conocieran el cine de Berlanga quizá se hubieran formado una idea más real acerca de la política penitenciaria y los inquilinos de sus establecimientos.

En otra película de presos titulada Cadena perpetua, el personaje de Morgan Freeman habla con el de Tim Robbins en el patio de la prisión donde ambos cumplen pena de cadena perpetua. «Soy inocente», asegura Robbins. A lo que Freeman responde: «Aquí todos somos inocentes». Algo parecido, pero al revés, podrán decirle a Correa sus compañeros de cantina: «Aquí nadie es delincuente». Maneras de enfocar las cosas. Gástese usted una fortuna en encargar trajes para los amigos y regalar relojes y bolsos de marca para acabar de esa manera. A este paso ya no habrá quien regale nada a nadie, no vaya a ser que lo metan en la trena al lado de maleantes pobres y desaseados. Le queda el consuelo de pensar en el futuro próximo. Tal vez no tarde en recibir la visita de algunos amigos de su clase que vienen a quedarse una temporada.