Opinion

75 años de Ignacio Sánchez Mejías

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Tras su éxito en Cádiz, aún con molesto levante el día de la Virgen del Carmen, fallecía el 13 de agosto de 1934 en Manzanares: Ignacio Sánchez Mejías, tras gravísima cogida. Nacía la leyenda, moría el hombre.

Singular, mítico, polifacético, generosamente afable, Sánchez Mejías diestro de categoría, fue un muy relevante hombre de la cultura del siglo XX español con repercusión en América. Casado con Lola Gómez Ortega en 1915, tomó la alternativa en Barcelona de manos de Joselito El Gallo en 1919, como testigo: Juan Belmonte. Desde 1925 escribe en La Unión de Sevilla.

Ese año en el Ateneo de Valladolid lee capítulos de su novela: Marujilla, la de las perlas negras, costeando Ignacio el viaje a Sevilla de los poetas de la Generación de 1927, crucial acontecimiento en las letras españolas, bajo el patrocinio del Ateneo hispalense, en especial su presidente el señor Blasco Garzón y su secretario José María Romero Martínez.

Asiste alborozado Ignacio a los diversos actos organizados.

En 1928 estrena sus obras de teatro Sinrazón y Zayas en Madrid y Santander con resonante éxito por la compañía Guerrero-Mendoza. Meses después ofrece una conferencia en la norteamericana Universidad de Columbia que cuenta con más de 600 alumnos en sus cátedras de español y literatura hispánica.

Es nombrado en 1930 Presidente del Real Betis Balompié, logrando que ascienda a 1ª División. En 1932 acepta la Presidencia de la Cruz Roja en Sevilla, renovándola con prestigiosos especialistas médicos. Tras el homenaje tributado en Cádiz al compositor D. Manuel de Falla, en el que detrás estaba Ignacio Sánchez Mejías y en el que intervienen con La Argentinita, la Orquesta Bética de Cámara dirigida por E. Halffter; en octubre de ese año de 1933 estrena en el Teatro Español de Madrid Las calles de Cádiz bajo seudónimo, con Rafael Ortega, La Macarrona, La Fernanda, Encarnación López La Argentinita y su hermana Pilar, obteniendo grandes éxitos el espectáculo.

A la muerte de Ignacio sendas elegías de Fernández Ardavín, M. Hernández o Alberti y sobre todo el Llanto de García Lorca inmortalizaron a un ser humano irrepetible y genial.