CÁDIZ

Cuarteto de soluciones para la Zona Franca

Los alumnos del curso de verano del Colegio de Arquitectos plantean sus ideas para integrar el suelo industrial en el resto de la ciudad e impulsar su desarrollo económico

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Cuatro soluciones para un mismo entorno. Póker de posibilidades para el lugar llamado a erigirse en el motor socioeconómico de Cádiz. Llamada de atención a dirigentes políticos y ciudadanos con grandes dosis de ingenio y creatividad. El común denominador de los proyectos elaborados durante el curso de verano del Colegio de Arquitectos que se ha celebrado esta semana en el Castillo de Santa Catalina ha sido el ímpetu de los jóvenes profesionales por devolver a la ciudad el peso industrial y comercial de épocas pasadas, combinado con el deseo de hacer ciudad justo en el espacio que sirve de fachada y entrada a la misma.

El Ayuntamiento planea construir en la Zona Franca dos rascacielos, un centro comercial y un edificio multiusos de espectáculos. Quizá por esa razón Teófila Martínez se dejó ver en la tarde en la que los alumnos presentaron sus trabajos. De la lluvia de ideas de la treintena de futuros arquitectos alguna, varias o en amalgama, podrían ser en un día no lejano una realidad.

El taller de Victoria Acebo incidió en los conceptos de tolerancia, talento y capacidad que, según constataron, abundan en la ciudad. Previeron una mejora en la red de transportes como vía para desterrar la idea de insularidad, con la ampliación del servicio de catamarán hasta la Zona Franca así como sus conexiones con toda la Bahía. También llegarán por aire, a través de la instalación de telesillas.

Y para contagiar al espacio industrial de la vida que se respira en otros puntos de la tacita abogan por una customización de los edificios que dibujan su paisajes. Plazas, aperturas, pasajes internos, viario peatonal y rodado se cruzan en una trama en la que la interacción con el usuario constituye en el máximo impulsor de su explotación.

El grupo de Eva Luque, o lo que es lo mismo, la empresa Ecoarq, impulsa la instalación de parques eólicos en la costa para lograr la expansión económica de la Zona Franca. Pero si algo caracteriza a su propuesta es la búsqueda constante de los flujos de energía y su traslado al polígono industrial. Viveza y dinamismo. Bajo una cubierta, física, en la que se multiplican y aúnan diferentes usos.

Por su parte, los pupilos de Auxiliadora Gálvez estudian la ocasión de reprogramar el tejido de la Zona Franca a través del paisaje. Sus empresas estarán dedicadas a la investigación ligada a la marina, la botánica y las energías limpias. Cambian la arquitectura de pastilla de la superficie por otra desigual, en la que se organizan alturas que valen como miradores para recuperar las vistas perdidas con el terreno ganado al mar e, incluso, proponen un parque tridimensional botánico en uno de los flancos y, en la entrada de la ciudad, la instalación de un macro acuario que permitiría la entrada de agua.

La cuarta opción que se le plantea a la Zona Franca es la concepción del entorno como una ciudad esponja. La idea de porosidad que ha introducido Sara de Giles en su equipo de trabajo se traduce en un espacio multifuncional, integral, que repara en el paisaje y juega con varios niveles.

La alcaldesa y el arquitecto municipal Ernesto Martínez escucharon atentos los cuatro proyectos confeccionados por los alumnos del curso de verano (tutorizados curiosamente por cuatro mujeres), que ya han tomado el relevo y el estandarte de la vanguardia de la arquitectura. Choca, según destacaron todos los equipos, con la imagen «devaluada, decadente y antigua» de la Zona Franca. Por falta de ideas que no quede su rehabilitación. Se ha demostrado que para crear no hace falta destruir.