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Cádiz-Beirut

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Las nuevas tecnologías ofrecen espacios mágicos para algo tan clásico como la nostalgia. Incluso para nostalgias insólitas, como añorar lo desconocido, que no deja de ser un contrasentido. Se me cuela vía Facebook una puesta de sol portentosa, sobre el mar, tan parecida a la que de niños veíamos desde la ventana de la casa paterna, sobre la murallita de Santa María del Mar, detrás de la estación marítima costera, un paisaje que se comió, ay, el Pirulí de Telefónica. Con la foto viene un mensaje: «De Beirut sale una línea recta que lleva a Cádiz. Es la que siguieron los primeros que llegaron. El camino tiene memoria». Mi hermano Jose, que agota sus días en la capital libanesa, donde ha enseñado la lengua de Cervantes durante dos años, ha recorrido ese trayecto con su alma de filólogo, de poeta y de gadita irredento. Le recuerdo aquello que contaba Quiñones de cuando cogía pescados en el Malecón cubano como quien se reencuentra con las especies caleteras que también hubieran cruzado el charco. Desde Cádiz salen infinitas rutas cargadas de historia y de recuerdos por los siete mares, desde el sur de América al norte de Europa, desde St Malo a Génova, a Cartago, a Manila, pero quizá ninguna tan honda ni tan mítica como la que lleva a Tiro y Sidón, allá en el fondo del Mediterráneo, de donde nos llegaron los primeros colonizadores fenicios, con sus barcos, sus cedros, sus joyas, su vidrio y sus telas teñidas con el pigmento púrpura del murex, con sus dioses y su arte.

Mirar desde aquí hacia allá, hacia la metrópolis ancestral, es un viaje ideal, el viaje quizá, siempre soñado, siempre por hacer. Por eso le pido que me preste su experiencia como testigo privilegiado, para saber qué queda, qué nos asemeja aún, si lo hay.

Pues, primera sorpresa, la toponimia libanesa guarda aún recuerdo. Hay un pueblecito llamado Gadir, un poco más allá del desfiladero de Nahr el Kalb, que va de Beirut a Jounieh. Por aquella senda pasaron las tropas de Ramsés II, Nabucodonosor, Alejandro Magno, Napoleón III, hitos de esa historia convulsa que aún hoy caracteriza la tierra fenicia y que, por cierto, es un obstáculo y no menor, para animarse al viaje... «El Líbano es esa perla que cautiva el que más puede, pero que siempre pertenecerá a sus proscritos. Ahí tienes el primer paralelismo con nuestro Cádiz», me dice.

El enorme valle que circunda a Trípoli se llama Qadisha. Allí nació Khalil Gibran y allí reside el patriarcado maronita, ese peculiar rito católico, al que pertenecía Gibran, que oficia en siriaco, una lengua que procede de la mezcla del arameo y el griego. En siríaco, Qadisha significa «bendita». Pero para mi privilegiada fuente cabe aún otra interpretación: «Mi intuición me dice que los árabes que fijaron el nombre Cádiz, la nombraban Qadish porque el mote no les era nuevo, que procedía de Siria, y su conexión con el antiguo Gadir tampoco les resultaba una sorpresa». Quizá.

El fotógrafo Gonzalo Höhr dedica a la capital libanesa una de las casamatas de su recién abierta exposición en el Baluarte de Candelaria. Hay imágenes de contraluces con columnas clásicas, vistas de una ciudad vitalista, desbordada, descascarillada, también una curiosa pintada en las paredes: una bomba que en el centro guarda un corazón.

Maruja Torres, la española más beirutí, tiene una pulsera de monedas fenicias que compró en Cádiz. El Museo Arqueológico de Estambul conserva un sarcófago sidonio igualito al nuestro... el camino aún tiene huellas. Este mismo domingo caluroso de junio las conserva en alguna parte. Qué privilegio poder recobrarlas, recorrerlas, investigarlas, saber que fueron.

Prioridad absoluta

No es menor el relevo de quien manda sobre un universo de 16.000 profesores y más de 200.000 alumnos, con sus respectivas familias. Así que el cambio de Manuel Brenes por Blanca Alcántara al frente de la Delegación Provincial de Educación es un acontecimiento de primera. Pasado ya el trance de la salida, que tuvo momentos emotivos entre el personal y el ex-delegado, que se empolla tochos acerca de empleabilidad y formación profesional, aprovechando que ha sido puente en Sevilla, la nueva responsable trabaja en ponerse al día con su equipo sobre el reto que tiene por delante. El final de curso será un barómetro privilegiado para conocer el estado de salud de la educación gaditana, que, como bien se sabe, es crítico. Los datos publicados hoy mismo hablan de una tasa de fracaso escolar superior en un 2,7%a la nacional, los abandonos registran números de hasta el 40% y así es imposible construir un futuro de progreso. Por la Educación hay que empezar. lgonzalez@lavozdigital.es