FÚTBOL | FICHAJE DEL MADRID

Cristiano Ronaldo, el hombre de los 94 millones de euros

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Nadie que conozca a Florentino Pérez se sorprendió ayer cuando saltó al mundo la noticia del traspaso de Cristiano Ronaldo al Real Madrid por 94 millones de euros, la cantidad más alta que se ha pagado nunca por un futbolista. Los amigos y colaboradores del nuevo presidente blanco sabían que lo de Kaká no dejaba de ser un aperitivo. Suculento, sin duda, pero aperitivo al fin y al cabo. El plato fuerte era el delantero del Manchester United, el último FIFA World Player. Florentino era perfectamente consciente de que, en esta operación de alto riesgo, se jugaba buena parte de su prestigio, que tiene mucho que ver con su carácter implacable en los negocios. En realidad, con la vieja e invencible fascinación que produce el dinero. El presidente de ACS no podía fallar. Se lo debía a la afición merengue, la misma que le ha recibido como un Mesías, perdonándole la espantada que protagonizó hace tres años, cuando viendo que le venía una mala mano, saltó por la ventana en mitad de la partida y dejó el club en manos de los peores tahures y gañanes al Oeste del Pecos.

Nada más ocupar su sillón, Florentino Pérez tenía que dejar muy clara, escenificándola a lo grande, la diferencia que le separa de los anteriores gestores. Para ello, como hito inaugural de los nuevos tiempos en el Real Madrid, nada mejor que raptar a ese bello objeto de deseo que es Kaká y, sobre todo, sacar adelante la gran operación que su predecesor, Ramón Calderón, fue incapaz de llevar a buen puerto pese a prometerla una y otra vez con sus mañas de vendedor de crecepelo: la del famoso CR7, el acrónimo de agente secreto con la que la Prensa madrileña ha bautizado a Cristiano Ronaldo dos Santos Aveiro. Tras varias semanas de forcejeos, el Manchester United aceptó ayer desprenderse de su gran estrella, que llevaba tiempo suspirando por cambiar de aires y fichar por el equipo de su mamá, madridista confesa.

Una cifra sideral

La noticia se hizo oficial a primera hora de la mañana. En la página web del club inglés crepitó un titular para la historia del fútbol: «Record Ronaldo bid accepted». El matiz que contenía la palabra récord era básico. Tras meses de culebrón, con sir Alex Ferguson aprovechando cada rueda de prensa con medios españoles para lanzar sus puyas contra el Real Madrid -llegó a decir que al club blanco no le vendería «ni un virus»-, el United sólo podía justificar el traspaso presentando la desmesura de una oferta irrenunciable: 84 millones de libras; una cifra sideral con la que Florentino Pérez, en plena recesión económica, ha roto el mercado y rebasado un nuevo límite. Suyos son ya los tres traspasos más caros de la historia: Cristiano Ronaldo (94 millones), Zinedine Zidane (73 en 2001) y Kaká (65).

Se quiera o no, la llegada del delantero de Funchal resucita al Real Madrid galáctico, aquel equipo que deslumbró durante tres temporadas para luego morir, como Narciso, enamorado de su propia imagen reflejada en las aguas del estanque. Cristiano Ronaldo no sólo es un crack, un futbolista enorme que, a sus 24 años, con toda una carrera por delante tras haber hecho historia en la Premier, reúne varias cualidades excepcionales: velocidad, potencia, técnica, disparo, regate y gol. Es también un icono mediático y una de las grandes estrellas deportivas de la aldea global.

Basta con verle un solo partido para advertir de un vistazo su talento extraordinario y su personalidad, la de un futbolista que sale al campo convencido de que todos los focos del estadio le iluminan a él, al gladiador invencible del coliseo. Para el resto queda la penumbra en el mejor de los casos. En el peor, la oscuridad. En ese sentido, Cristiano sería el contrapunto de Lionel Messi, el futbolista que, en este momento, le discute el trono de mejor jugador del mundo. Imposible imaginar al argentino envuelto en una trifulca con modelos de calendario, estrellando Ferraris de madrugada o llegando a una fiesta en Beverly Hills en una limusina del tamaño de un portaaviones.

Parece evidente que, con la llegada del portugués al Real Madrid, la rivalidad entre los dos grandes del fútbol español va a subir mucho en voltaje y decibelios. Habrá mucha salsa, sin duda. La hinchada del Barcelona ha encontrado la diana contra la que disparará en los próximos años. Ya comenzó a hacerlo, de hecho, durante la pasada final de la Liga de Campeones, en la que Cristiano Ronaldo protagonizó varias acciones de mal perdedor. Se podría decir que, en aquel partido, buscando pendencias sin sentido, incapaz de soportar el baile de salón del equipo de Guardiola, la estrella del Manchester comenzó a ser visto por la afición merengue como uno de los suyos.

Glamour macarrilla

Ahora que ya pertenece a su plantilla, la afición madridista escrutará con lupa su rendimiento y sólo le perdonará sus devaneos de estrella si, a cambio, le ofrece cada domingo goles y espectáculo. Los nuevos rectores del Real Madrid, que en la operación de traspaso se ha reservado el 40% de los derechos de imagen del jugador, están seguros de que lo hará, de que la operación CR7 se acabará haciendo rentable en lo económico y lo será desde el primer día en lo deportivo.

Jorge Valdano se mostró convencido de ello hace unos días cuando recordó que Cristiano no sólo es un chico guapo y atlético, dotado, como David Beckham, de una especie de glamour macarrilla, si esto es posible. Es también -y lo ponderaba el nuevo director general del Real Madrid- un profesional endurecido y ambicioso, un loco por el fútbol que no ha dejado de crecer deportivamente desde que comenzó a jugar en el Andorinha, un modesto club de Funchal, la capital de Madeira, del que pasó al Nacional y luego al Sporting de Lisboa, donde fue a buscarle el Manchester. El tiempo dirá cuál es el recorrido de Cristiano Ronaldo en el club blanco y en el fútbol español, que con su llegada da un salto apreciable en el terreno mediático. Por ahora es el hombre de los 94 millones de euros.