CRÍTICA DE TV

Tribu

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Telecinco estrenaba el viernes por la noche un nuevo programa de Javier Sardá: se llama La tribu y es una megashow -con perdón- destinado a cubrir todo el prime time -con perdón- de apertura del week end -con perdón. La tribu es exactamente eso: la tribu de Sardá. Por ahí aparecen, además del Sardá jefe, Mercedes Milá con delantal, Boris Izaguirre, Carlos Latre, Santiago Segura y, además, un señor muy alto que hace ademán de cantar y que responde al entrañable nombre de Tío Fredo. Añadamos a otras personas de mayor fama pública pero cuya intervención, al fin y al cabo, se limita sólo a opinar sobre lo que pasa por el mundo, o sea, menudencias. Para este primer programa tuvimos tres entrevistas: la actriz Amaia Salamanca, la ex ministra Magdalena Álvarez y el publicitario Risto Mejide. Personajes dispares, pero con una nota común: las tres entrevistas fueron muy largas.

Segura hace de sí mismo, como siempre. Latre intenta sacar partido de su talento natural para la imitación, pero no siempre lo consigue; su parodia del Rey (de España), por ejemplo, fue francamente mala. En el batiburrillo hay que incluir también a un cura presentado como extravagante -en este caso, el incauto padre Loring, «asesor espiritual de Sardá»- con Santiago Segura como escandalizado observador; es un recurso ideológico muy habitual en las producciones de Sardá y aledaños. Además, y para empezar con buen pie, Mercedes Milá rompió el decorado porque decía que no le gustaba. La verdad es que el gag habría tenido más gracia si el decorado lo hubiera roto Magdalena Álvarez en vez de la Milá, pero se ve que aquí los agentes de la productora no negociaron en serio.

En cuanto a la descripción de ambiente, baste un detalle: «Nos meamos vivos de los nervios», había proclamado Mercedes Milá en el breve sketch titulado «un minuto antes» que la tribu de La tribu regala a la audiencia. Si ella lo dice, será verdad. Lo más reseñable de este nuevo programa de Sardá es, sin duda, su fracaso de audiencia: por inesperado, por improbable. Tal vez es que este intento de resucitar a «la vieja Telecinco» llega demasiado tarde: hay trenes que, cuando los pierdes, ya no vuelven a pasar.