JAVIER CERCAS ESCRITOR LOS CONSPIRADORES SUÁREZ Y GUTIÉRREZ MELLADO LOS DESLEALES SUS FRASES

«No he visto arrepentimiento en quienes propiciaron el 23-F»

«Los que se cargaron a Suárez son aquellos que luego más lo han ensalzado», asegura Publica 'Anatomía de un instante', sobre el golpe

| MADRID Actualizado: Guardar
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Sentado en una suite del Palace, a escasos cien metros del Congreso de los Diputados, Javier Cercas (Ibahernando, Cáceres, 1962) medita la respuesta mientras aspira el humo de su cigarrillo. No, no ha visto arrepentimiento alguno entre quienes participaron en el golpe de Estado del 23-F o contribuyeron a crear el caldo de cultivo que lo hizo posible. Durante muchos meses se ha documentado sobre la asonada militar y ha hablado con decenas de personas que estuvieron relacionadas con la misma para poder escribir Anatomía de un instante (Ed. Mondadori), y asegura que nadie ha hecho confesión de culpa o ha reconocido sus errores. Cercas, que se hizo famoso con Soldados de Salamina, se enfrenta ahora al episodio político que ha marcado a varias generaciones de españoles y lo hace con afán de explicar lo que ocurrió contando sólo la verdad pero sin renunciar a técnicas propias de la ficción. De ello habla en esta entrevista.

-Usted ha escrito novelas en las que contaba hechos reales aderezados con elementos de ficción y mezclaba personajes históricos con otros de su cosecha. ¿Cómo se ha sentido obligado a no despegarse de la realidad ni un milímetro?

-Me he sentido como si tuviera una mano atada a la espalda. El desafío del libro es precisamente ése: escribir sin desviarse ni un milímetro de la realidad. Yo hasta ahora había explorado los límites entre realidad y ficción. Aquí sigo explorándolos pero cosiéndome a la realidad. Por eso es el libro que más me ha costado y me he dejado todos los pelos en la gatera y más.

-En el prólogo confiesa que quería escribir una novela y ha terminado haciendo un texto entre ensayo y crónica periodística.

-Cuando haces una novela es como si tuvieras que montar un puzzle en el que tú has hecho las piezas y tienes en tu mano conseguir que encajen. Pero en este caso se trata de un puzzle en el que las piezas no las has hecho tú y encima no encajan. De ahí el problema. Un historiador no renuncia a la imaginación; ese tópico de que sí lo hace es falso. A lo que está obligado es a controlarla, algo que el novelista no hace. Yo, en cambio, en esta ocasión he renunciado a esa libertad total. Y lo hice cuando descubrí que la historia del 23-F no funcionaba como novela.

-¿Por qué?

-Porque ya había sido contado como tal, como una novela en la que todo encajaba, con sus ficciones y sus leyendas. Yo me propuse decir algo distinto, explicar lo sucedido en un relato que tiene unas limitaciones muy estrictas. He partido del único documento importante que tenemos sobre el golpe: las imágenes de TV. A partir de ahí, se trataba de entrar en algo sobre lo que se han escrito millones de páginas. Mi propósito ha sido formular con precisión algunas preguntas: básicamente por qué hay tres personas que no se tiran al suelo cuando Tejero y los guardias civiles entran en el Congreso y empiezan a disparar. Y lo hacen por razones distintas.

-¿Cuáles son?

-La razón más obvia es la de Gutiérrez Mellado. Él era un militar y no puede entender una insubordinación. Un militar no entiende eso nunca. El caso de Carrillo yo creo que se explica por su larga experiencia en la clandestinidad, que lo había preparado para todo, incluido lo peor. Pero, ¿y Suárez? El libro trata de explicar esa actitud valiente y rebelde en alguien que estaba destruido política y personalmente.

-En el libro habla de la fuerza de esas imágenes del asalto al Congreso que tienen un atractivo irresistible, como las del atentado contra Kennedy o los ataques a las torres gemelas...

-Es que son imágenes fascinantes. Todos hemos visto en TV unos pocos segundos, pero el original, que apenas se ha dado un par de veces, tiene 35 minutos. Y es un documento increíble. Lo he visto centenares de veces y creo que seguiré viéndolo.

-En lo que usted llama la placenta del golpe, el caldo de cultivo y las conspiraciones que lo hicieron posible, participaban militares, políticos de casi todos los partidos -con los de la UCD a la cabeza-, empresarios, periodistas... ¿Eran conscientes de que estaban jugando con fuego?

-No lo eran. En general, había mucho nerviosismo en aquellos meses. Había una psicosis de que todo iba a irse a la mierda. Habían pasado cinco años desde la muerte de Franco, justo los mismos que entre la proclamación de la República y el inicio de la Guerra Civil. La crisis económica era profundísima, ETA mataba a mansalva, Suárez no controlaba ni a su propio partido y había generado un gran resentimiento entre muchos. La sensación dominante era de descontrol, de que algo había que hacer.

-¿Incluso recurrir al Ejército o a un militar para encabezar un Gobierno de concentración?

-Fue temerario, claro. Deberían haberse dado cuenta de que el sistema democrático se estaba estrenando. El nuevo Estado estaba aún en construcción, no había habido un relevo presidencial por el cauce normal... y los militares eran franquistas de corazón. Suárez dimite para parar unas maniobras que él sabía que eran muy peligrosas. Porque a los militares de entonces, si se les entreabría una puerta iban a abrirla del todo y entrar con todas sus consecuencias.

-Ha hablado con muchas personas que tuvieron participación en aquello, de una o de otra manera. ¿Ha hallado arrepentimiento o confesiones de culpa por haber participado en lo que pudo haber derivado en una catástrofe?

-No, no he hallado nada de eso. Nadie me ha dicho yo me equivoqué por participar en aquello. Algún periodista ha confesado por escrito que quizá se pasaron, pero sólo eso. No he visto arrepentimiento. Quizá sea porque aquello salió bien, en el sentido de que no salió. Lo que sí hacen algunos es quitar importancia a su actuación, retirarse a un segundo plano.

-Resulta difícil explicar a estas alturas cómo también el PSOE tuvo reuniones con los militares. ¿Por qué cree que lo hicieron?

-Ahora restan importancia a la entrevista de Múgica con Armada meses antes del 23-F, pero como mínimo fue una imprudencia. ¿Por qué lo hicieron? Porque veían que iba a ser muy difícil ganar unas elecciones, porque querían echar a Suárez como fuera... Pero que no fuera el presidente de Gobierno adecuado no significa que debas recurrir a eso. Las formas en democracia son esenciales. Muchas personas estaban en distintas conspiraciones y se equivocaron en eso.

-También dice usted que el Rey participó de todo ello.

-Yo creo que quienes sostienen que el Rey organizó el golpe no tienen razón. No hay ningún dato para sostener eso. Pero sí es cierto que cometió errores y fue imprudente, comentando a unas cuantas personas que había que quitar a Suárez porque temía que acabara con la democracia y terminara arrastrando a la monarquía. Pero una vez que el golpe estuvo en marcha, rectificó y lo paró. Era el único que podía hacerlo y lo hizo, y así ganó una enorme legitimidad.

-¿Y los políticos de segunda o tercera a quienes Suárez encumbró y luego se volvieron contra él? ¿Cómo explican su deslealtad?

-Ni siquiera piensan que lo fuera, porque todos cambiamos el pasado. Te dicen que conspiraron contra Suárez porque no funcionaba, porque no hacía caso al grupo parlamentario... El 'mea culpa' no lo entona nadie porque todos aseguran tener argumentos. Pero yo insisto: ¿y las formas? Creo que de ninguna manera se justifica lo que hicieron.

-Suárez y Gutiérrez Mellado son quienes mejor parados salen de su libro. ¿Por qué cree que sus figuras se han revalorizado con el paso del tiempo?

-En parte, porque pueden ser usados. Cuando hablé con Felipe González para el libro, me comentó que su madre decía siempre 'Dios nos libre de que todos hablen bien de nosotros, porque entonces es que estamos muertos'. Yo estoy contra la canonización de Suárez, pero también soy opuesto a su demonización. Hizo cosas bien y otras mal. Es indudable que hizo algo muy difícil: cambiar una dictadura en democracia sin romper el cristal. Y eso lo consiguió alguien que era un arribista del franquismo. No era un santo, pero tampoco un demonio.

-A ambos los llama, usando una expresión de Enzensberger, 'héroes en retirada'. ¿Acepta España ese tipo de héroe, el que se retira derrotado?

-El héroe de la retirada es complejo, porque no es brillante. No conquista nada, se retira. Es un héroe gris que traiciona sus lealtades anteriores. Son gente que cambia una lealtad por otra y por eso son héroes manchados. Suárez venía de la Falange y desmontó el régimen. Gutiérrez Mellado participó en el golpe de 1936 y luego fue absolutamente leal a Suárez, al Rey y a la democracia. En su momento no son admirados, y es normal que sea así porque dejan resquemor. La realidad los machacó.

-¿Cree que los problemas personales y familiares de Suárez han contribuido a revalorizar su figura?

-La compasión ha ayudado, seguro. Aunque tarde o temprano iba a suceder. Los mismos que se lo cargaron son los que más lo han ensalzado. Somos como pirañas. Y eso funciona mucho más en los ámbitos del poder.

-Algunas reformas necesarias se aceleraron gracias al golpe. La alternancia política, que no estaba clara en los meses anteriores, se vio como inevitable a continuación. ¿El balance del 23-F fue finalmente bueno?

-Las experiencias malas a veces son mejores que las buenas en el sentido de que permiten aprender, madurar a más velocidad. Fue una experiencia peligrosa, pero salió bien porque no salió como estaba previsto. Al final del libro digo que ese día se acabó la Guerra Civil.

-¿La Guerra o la Transición?

-Marx decía que la violencia es la partera de la historia. Yo creo que es la cantera, no la partera. Quizá sólo un golpe de Estado podía revocar otro golpe de Estado. Yo creo que ese día acabó la Transición, pero también terminó la postguerra, que fue la guerra con otros medios.