Roncagliolo, antes de la conferencia. / OSCAR CHAMORRO
SANTIAGO RONCAGLIOLO ESCRITOR

«Hasta los asesinos más salvajes creen que son buenas personas»

El escritor peruano, autor de 'Abril rojo', participó en el ciclo de las Presencias Literarias de la UCA

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Aprendió a escribir inventando horóscopos, redactando discursos políticos y «perpetrando» guiones de telenovela. Pero en 2006 logró el Premio Alfaguara con Abril rojo y Santiago Roncagliolo dio el salto a la primera división de la literatura en castellano.

-En Memorias de una dama, su última novela, vuelve al tema de las mentiras. ¿Le obsesiona la verdad o simplemente cree que la verdad no existe?

-Creo que vivimos rodeados de mentiras, pero decidimos que algunas no lo son para sobrevivir. Mentimos de una manera feroz. Mentimos descomunalmente. Por necesidad o por diversión. Por vicio. A nosotros mismos y a todos los demás. Voluntaria o involuntariamente. Ésa es una de las moralejas que se desprende de la novela, pero no es la única. Quería escribir sobre emigrantes, sobre impostores y sobre gente derrotada. También me atraía el género de la comedia picaresca, pero encuadrada en un contexto muy duro. Y eso hice.

-Dice que todo el mundo usa máscaras. ¿Cuáles son las suyas?

-Depende de frente a quien esté. Cambio a petición del receptor. En eso también consiste escribir. Ahora acabo de ser una millonaria y un mafioso.

-¿Y qué tal?

-Bueno, me gustó. Nunca he tenido dinero, aunque no me va lo de vivir peligrosamente. Estresa demasiado.

-También es una crítica a algunos de los especímenes que han esquilmado América Latina. ¿Ha cambiado mucho el continente desde que usted empezó a escribir?

-Afortunadamente.

-¿Cuba o Miami?

-Je, je, je. Yo no podría estar en ninguno de los dos sitios. En Cuba, porque soy periodista. Y, según tengo entendido, por allí no hay mucha demanda de redactores. Y en Miami tampoco, porque no sé conducir un coche. No duraría ni 25 minutos.

-¿Qué supuso para usted el Premio Alfaguara de 'Abril rojo'?

-La posibilidad de llegar al gran público, que te lean en más de veinte países. Hoy en día nadie te atiende en una conversación de minuto y medio. Abril rojo me permitió decir: Hola, estoy aquí y quiero que escuchen estas 200 páginas. Eso es lo mejor que le puede pasar a un escritor.

-Trabajó en una institución de defensa de los Derechos Humanos. Da la impresión, a tenor de sus textos, de que se decepcionó profundamente, no sólo a nivel político.

-No, no creas. Fue una experiencia enriquecedora. Descubrí que los asesinos más salvajes creen que son buenas personas, por ejemplo. Aproveché todo lo que aprendí durante ese periodo de mi vida allí para hacer literatura.

-Dice que como creador tiende a «amortizarlo todo, incluso lo que otros desprecian». ¿A qué se refiere?

-A mí en la Facultad de Literatura sólo me enseñaron a leer. A escribir aprendí con trabajos como el de guionista de telenovelas, inventor de horóscopos, redactor de discursos y cosas peores...

-La crítica dice que tiene un estilo cambiante. ¿Eso es bueno?

-Es que mis influencias cambian cada dos semanas, más o menos. Le soy infiel a mis autores de cabecera, si es que los tengo. Como lector soy un poco puta.

-Por último, casi una curiosidad. ¿Qué le pasó con Dylan?

-Se me ocurrió decir que no me gustaba Dylan y recibí amenazas de muerte. Desde entonces, escucho a Dylan todas las mañanas un ratito. Me encanta Dylan. Quiero casarme con Dylan. Quiero adoptarlo.