José Tomás respondió al interés que había despertado en Málaga. / CARLOS MORET
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José Tomás y Perera cortan cuatro orejas a pesar del fuerte viento

Javier Conde no estuvo atinado y el público protestó su labor en el primero y le pitó en el segundo toro El torero extremeño fue operado de una grave cogida, que le obligó a pasar la noche en un sanatorio

| MÁLAGA Actualizado: Guardar
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Lástima que el viento se cargara parcialmente el espectáculo. Hubo momentos en que era imposible torear porque el aire movía la muleta de forma arriesgada para los diestros. Aún así, hubo dos toreros que se sobrepusieron a esa adversidad y dieron lo mejor de sí mismos: José Tomás y Miguel Ángel Perera. Al primero le ha salido un digno competidor en el segundo. El extremeño demostró que lo del pasado año no fue fruto de la casualidad, sino de un toreo sólido y de larga duración. Esta temporada viene pisando el acelerador con la misma fuerza que la anterior.

Duelo en Málaga

Málaga fue ayer epicentro de la España taurina. Daba gusto ver la plaza y el comportamiento del público, que guardó silencio respetuoso cuando el momento lo requería. Nada más arrancar la corrida, la gente le tributó una ovación de gala a la terna. Luego, en el ruedo, Tomás y Perera pusieron el valor y el pundonor para responder a la expectación que habían creado -era la primera vez que toreaban juntos en una plaza de primera-.

La ventosa tarde no estaba para muchos alardes, pero José Tomás, después de lancear maravillosamente, se echó el capote a la espalda e hizo un quite de frente por detrás. En uno de los lances salió prendido y, milagrosamente, ileso. Contra el viento, lo volvió a intentar entre el delirio del público. No se hizo esperar la réplica de Perera, que aprovechó el quite que le correspondía para torear también por gaoneras. Igualmente salió cogido pero con peor suerte: sufrió una herida de carácter grave en la pantorrilla. Aún así, siguió toda la corrida en la plaza, con la media empapada de su sangre, y sólo acudió a la enfermería al término del festejo. ¡Qué lección de torería!

El viento descubrió en varios momentos a José Tomás, que se negó a rectificar la posición para aliviarse, como hubiera sido lo lógico, porque se la estaba jugando a cuerpo limpio. Eso le dio emoción a la faena, que la basó exclusivamente en su mano izquierda. Tomás hace grandes los estatuarios que instrumentó al final del trasteo, aunque saliera trompicado. Mató de un certero estoconazo y escuchó un aviso. Se llevó una oreja.

Petición de la segunda

El quinto fue un manso de solemnidad, que en el primer tercio se refugió en las inmediaciones de toriles. José Tomás toreó por chucuelinas que llevó el ¡ay! a los tendidos porque el capote se le quedaba enroscado en su cuerpo a causa del aire. Algo le vio al manso porque el ídolo de la afición taurina se fue a los medios para brindarle al público, y con la mano muy baja fue sometiendo al 'Núñez del Cuvillo' en la franela. No pudo haber lucimiento por mor del viento, pero sí hubo valor y pundonor, que es lo menos que se le puede pedir a un torero. Se quedó parado y aguantó algunas dudas del burel. Fue aplaudido cuando se dirigía por la espada, que la dejó en lo alto del toro entrando por derecho. Dio tiempo a que sonara un aviso. La plaza pidió con fuerza la segunda oreja, pero la presidenta, Ana María Romero, concedió sólo una, decisión acertada, si bien es necesario que unifique criterios con su compañero de palco, Ildefonso Dell'Olmo, que el día anterior concedió una segunda oreja benévola a Castella, que le permitió abrir la puerta grande.

Perera es el que más se aproxima a Tomás. El de Puebla de Prior se ganó al público en el inicio muleteril a su primero con ocho pases sin moverse. Con viento es difícil que haya temple, pero Miguel Ángel Perera movió la franela a compás de la embestida, sin molestar, y corriendo bien la mano. Aprovechó la fijeza y el recorrido del astado para ofrecer buenas series de derechazos y naturales. Dejó casi media espada que bastó. Conquistó una oreja.

El útimo de la tarde, más justo de presencia, que se tapaba por sus astifinos pitones, no tuvo transmisión y la faena no llegó a calar. Sin embargo, el torero, consciente de ello, calentó el ambiente. Primero, al enroscarse el toro en un redondo metiéndose en el cuello, y después, con una serie de bernardinas que entusiasmó al respetable. Y parece que también al director de la banda de música de la Expiración, que se arrancó a destiempo a tocar cuando la faena ya estaba finiquitada. Originó algunas protestas de los espectadores y el propio diestro, con gran elegancia, pidió a los músicos que pararan. De pinchazo y buena estocada pasaportó a 'Pelón', al que le cortó una oreja.

Protestas y pitos

Javier Conde no tuvo su tarde, aunque él dijera al término de la corrida a los micrófonos de Punto Radio que salía muy satisfecho de su actuación. No lo vio así el público, que le protestó en su primero y le pitó en su segundo.

Su primer toro fue devuelto a los corrales por sus reiteradas caídas. Lo hizo la presidenta en el tercio de banderillas, aunque el animal acusó desde el principio falta de fuerzas. Antes de que entrara al caballo dobló dos veces las manos.

En su lugar salió un sobrero de Lagunajanda, que entró al capote levantando la cabeza y las manos por delante. Delegó en el banderillero para que llevara al astado al caballo. El viento incrementó la desconfianza de Conde. Sus mantazos fueron jaleados por olés irónicos por una parte de la plaza -tampoco era eso-. No tardó el malagueño en irse por la espada de verdad, entre protestas, que la empleó de forma penosa: un sablazo sin tocar carne, tres pinchazos sin soltar y cuatro descabellos. Pasó el tiempo suficiente para que sonara el aviso y la gente se enfadara con el malagueño.

Esperanzas esfumadas

En el cuarto salió con otra actitud. Dejó dos lances buenos y llevó el toro al caballo con dos chicuelinas, si bien de ejecución defectuosa. Su brindis al público hizo albergar esperanzas, pero rápidamente se esfumaron. Comenzó con algunos muletazos con cierto sabor, pero a Javier Conde le cuesta calentar el ambiente con tantas probaturas que desespera a cualquiera. Se equivocó al largar un trasteo que no tuvo ni ton ni son ante la indiferencia de la gente. Propició que le tocaran un aviso. Liquidó al colorado de Núñez del Cuvillo de pinchazo, estocada y dos escabellos. El público pitó al torero y aplaudió al toro. Sólo los incondicionales de Conde le tocaron unas palmitas.