Editorial

Retribuciones a la baja

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El propósito de la Cámara de Representantes estadounidense de gravar hasta con un 90% las primas estipuladas en los contratos de los altos ejecutivos de las entidades auxiliadas con fondos públicos ha sido recibido con notables muestras de contrariedad por parte de sus responsables.

La medida subrayaría sin duda las diferencias en la percepción real de las remuneraciones directivas en las firmas que han precisado del rescate público respecto de aquellas otras que no lo han necesitado o lo han requerido en menor medida. Lo cual podría situar a las primeras en inferioridad de condiciones respecto a las segundas a la hora de contar con los mejores profesionales. Es indudable que las graves dificultades por las que han atravesado o atraviesan determinadas entidades financieras en EE UU o en Europa no son ajenas a la responsabilidad contraída por sus directivos en la conducción de las mismas. Pero lo que resultaría jurídicamente imposible sería la aplicación de un gravamen fiscal que distinguiese a las personas que hubieran estado al frente de bancos o aseguradoras con anterioridad a su entrada en crisis de aquellas que pudieran incorporarse con posterioridad. Los incentivos añadidos al sueldo básico constituyen un estímulo imprescindible para el desarrollo tanto de la economía financiera como de las empresas, y resulta ineludible vincularlos al logro de determinados objetivos. En sentido contrario, cabría pensar en la previsión contractual de medidas que pudieran recaer sobre aquellos directivos que por excesos o defectos en su actuación perjudiquen los intereses de la firma y de sus accionistas o causen un grave quebranto a inversores y clientes. Pero las dos grandes iniciativas que deberían afrontar las autoridades económicas a nivel mundial y consensuarse entre las compañías son, por un lado, la definición rigurosa de lo que se entiende por objetivos de una firma financiera o de cualquier otra empresa aplicables a la remuneración de consejeros y ejecutivos y, por el otro, una moderación tangible en la escala de retribuciones que se da en la cúpula de las compañías. Claro que su eficacia dependería de que fuesen adoptadas con carácter generalizado, sin que provoquen disfunciones o competencia en condiciones de desigualdad.