Editorial

Chávez aprieta

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El primer mandatario de Venezuela, Hugo Chávez, parece dispuesto a proseguir con sus planes para instaurar un régimen autoritario en su país que pudiera perpetuarse más allá del largo período que se ha asegurado en la presidencia.

La reversión al gobierno central de las competencias que hasta ahora ostentaban las regiones sobre puertos y aeropuertos así lo indica. La asunción del control de éstos por parte de las fuerzas armadas y policiales refleja, además, hasta qué punto Chávez reclama prerrogativas para sí y su gobierno mediante la utilización de las fuerzas armadas con fines partidarios. Este hecho, unido al reiterado anuncio de la pronta nacionalización del Banco de Venezuela, filial del Santander, advirtiendo de que la entidad «no vale lo que valía», y de operaciones análogas que tratarían de colocar en manos del "Estado bolivariano" un número creciente de empresas y recursos, responde sin duda a los límites del caudillismo populista de Chávez frente a la crisis global y a la drástica reducción de las expectativas que tenía depositadas en las reservas venezolanas de petróleo. El propósito de incrementar en un 20% el salario mínimo representa una noticia meramente propagandista en un país sumido en el deterioro de su tejido productivo. Las medidas adoptadas para contener el gasto público tampoco parecen suficientes habida cuenta de las dificultades a que se enfrentan los venezolanos. Es por ello más insensato que Chávez trate de reducir el margen de maniobra con el que cuentan las fuerzas que se oponen a sus maneras de presidir Venezuela, restando las atribuciones que legalmente les correspondían en el marco de un estado descentralizado. De igual modo, su propósito de apoderarse de entidades financieras y de empresas que, en realidad, están enfrentándose a serios problemas de rentabilidad en suelo venezolano provoca tal sensación de inseguridad que sólo puede conducir al aislamiento económico de Venezuela. El hecho de que Chávez no pueda ya financiar su quimera bolivariana y la extensión de su liderazgo hacia otros países andinos y centroamericanos, y que tampoco sea capaz de condicionar el rumbo que adoptan otros gobiernos del Cono Sur en manos de la izquierda debería invitar al presidente venezolano a una política más pragmática. Pero hay indicios de que le resulta más tentador el salto en el vacío.