TRIBUNA

Liberty, liberté, libertad

Creo con toda sinceridad que los gaditanos no somos muy conscientes del alcance, la fuerza y la importancia que tiene el proceso constitucional que se abre en la vecina Isla de León y desemboca en la promulgación de la Pepa el 19 de marzo de 1812 Y lo digo, porque otras ciudades, con menos historia, con menos protagonismo, hubieran convertido todo ello en uno de sus grandes reclamos socio-económicos y culturales, en una de sus señas de identidad como ciudad, y no sólo ahora al calor del Bicentenario constitucional, sino siempre.

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Incluso, el mismo José María Pemán, en tiempos en los que no era de buen tono hablar de libertad, apostó en una de sus piezas dramática, por darnos una lectura de dichos acontecimientos. Y ya con los años de la Democracia, la Diputación Provincial recuperaría el 19 de marzo como día de la provincia, en una feliz idea que habría que volver a celebrar con toda la fuerza y la brillantez que esa simbólica fecha necesita para calar en el imaginario colectivo de todos los gaditanos.

El interés político que ha despertado el Bicentenario hace indicar que algo puede cambiar para mejor en este sentido, aunque conviene también mantener una actitud algo crítica que pueda servir como acicate y como guía para recorrer el camino de estos años en la dirección correcta, o menos equivocada, más allá de las alharacas políticas y los fuegos de artificio, que con mucha cautela, al menos desde la comunidad académica, debemos siempre poner en cuarentena. Pues nuestra misión nunca va a ser la del palmero de turno, la del adulador. Esa es una función de otros. Nuestro compromiso -al menos el mío- siempre va a estar al lado de una cierta ética y compromiso con lo que fueron en realidad aquellos hombres del Doce, muchos de ellos, víctimas del exilio, el olvido, la cárcel o, incluso la muerte, precisamente por defender las ideas de la libertad y la Constitución que ahora celebramos. No conviene perder esa perspectiva. Porque una cosa es la historia y otra muy diferente cómo nos la han contado. Algo debería empezar a cambiar en este sentido, incluso en los discursos de nuestros políticos, cuando hablan, por ejemplo «del mito del pueblo levantado en armas contra Napoleón» y cosas así, más cerca de la ciencia-ficción, que de una realidad mucho más compleja, en la que los matices son más protagonistas de lo que puede parecer a primera vista.

Por estas razones es importante el rigor académico que, no obstante, también debe hacer un esfuerzo por salir de las aulas universitarias, para contar una historia y sus lecturas contemporáneas con el compromiso de la verdad, porque el camino constitucional en España, como a veces oigo en algunos foros, no es un camino continuo, tranquilo ni fácil. Más bien todo lo contrario. Conviene recordar esa lección, para comprender en su justa medida el valor de la libertad.

Y esta es una de las lecciones que podemos sacar del V Congreso Doceañista que, bajo el rótulo de Liberty, Liberté, Libertad no pretende sino hacer una reflexión seria y rigurosa sobre el alcance de la Constitución de 1812 en relación con los otros procesos revolucionarios europeos y americanos que inauguran la ciudadanía como forma de relación y administración política en el mundo occidental, en el que Cádiz tuvo un sobresaliente papel que ahora se pretende poner en valor. Ya era hora, ¿no les parece?

En la clase siempre comparo las fechas de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de América, la Revolución Francesa y la Constitución de Cádiz, y cada vez me resulta más difícil de explicar a mis alumnos cómo es posible tanta diferencia en las respectivas celebraciones nacionales de esos acontecimientos. Tal vez es porque, como había empezado estas líneas, no somos muy responsables con nuestra mejor historia y sus extraordinarios parentescos con los otros hitos que sirven de cimiento a las sociedades actuales. Este Congreso es un paso en esa dirección. Faltan pocos años para la celebración del Doce, pero sin embargo faltan muchos otros más para que como ciudadanos libres sepamos valorar el significado del 19 de marzo de 1812 y todo el magnífico mundo de heterodoxias que lo rodea. Sólo entonces lo celebremos como el día de todos, el Día de la Nación.