TRIBUNA

¿Quién ha cerrado el grifo y por qué?

Aestas alturas ya tengo la certeza de que el sector financiero se está convirtiendo en el auténtico chivo expiatorio de la crisis, en el puching ball que todos quieren golpear, bajo la acusación de lograr ganancias desmesuradas, aplicando una simple fórmula bancaria que consistiría en cerrar el grifo de la financiación con una mano mientras que con la otra se embolsarían las ayudas públicas, que serían empleadas para sanear sus balances, en lugar de agilizar el crédito a empresas y pymes. Desde poderes públicos hasta representantes empresariales, últimamente pocos escapan de la tentación de blandir este argumento, de simple formulación y de fácil comprensión. No obstante, al hacer único responsable de la crisis al sector financiero se alejan de la realidad, puesto que se olvidan de un concepto económico básico: que la financiación no puede sustituir al mercado. No nos engañemos, en la actualidad el primer problema de las empresas no es la falta de financiación, sino la falta de mercado, la falta de demanda y la caída de ventas.

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Entonces, ¿está llegando la financiación a las familias y pymes?

Es necesario recalcar que el crédito evoluciona de forma positiva en el sistema financiero, aunque crezca menos que en los años de bonanza económica. En el caso de BBK, la respuesta es rotundamente sí, como evidencian los datos que aportaba en mi artículo del pasado 7 de febrero en este mismo medio. No podía ser de otra forma. Nuestro compromiso ético con el desarrollo de la sociedad nos impulsa a apoyar a quienes más lo necesitan cuando más lo necesitan.

No obstante, se equivocan quienes crean que la activación del crédito supondrá volver a la situación anterior al estallido de esta crisis. Sería faltar a una de las principales lecciones derivadas de la misma, que implica no infravalorar los riesgos, ni siquiera en los momentos de bonanza económica. El contexto en el que estalló la crisis se caracterizaba por una liquidez abundante y unos tipos de interés muy bajos. Ante tal profusión de liquidez en el sistema financiero internacional, producida en buena parte por los excedentes de las balanzas corrientes de países emergentes como China e India, algunos gestores financieros practicaron una política de extrema laxitud frente a los riesgos financieros. En este sentido, la crisis actual es un producto de la autocomplacencia del sistema con unos estándares de evaluación del riesgo muy permisivos. En consecuencia, la reevaluación actual de los riesgos (y de los precios) asociados a los instrumentos financieros supone una purga inevitable frente a los excesos anteriores.

Por ello, permítanme que vuelva a plantear parte de mi pregunta inicial. ¿A quién se cierra el grifo y por qué?

Representantes empresariales se lamentaban recientemente de que su gran problema era la restricción crediticia, que, según afirmaban, limitaba las posibilidades de desarrollo de sus empresas. A renglón seguido, no podían dejar de asumir que su mercado se había desplomado un 23% durante el mes de diciembre, la recesión más acusada de su historia, en un año de constantes caídas. Hasta un 60% de caída de ventas en algunos casos. Tras aseveraciones de este tipo se esconde el peligroso argumento de que la financiación se ha de convertir en sustituta del mercado. No nos equivoquemos, dar crédito a empresas sin mercado, a empresas que no pueden vender y, por tanto, no pueden devolverlo, supone ir en contra del mínimo principio de profesionalidad de la banca. Los créditos se otorgan para ser devueltos, porque la falta de rigor en el análisis del riesgo es un escollo para la seguridad de los propios depósitos de las y los clientes.

Creo sinceramente que apelar constantemente a la falta de financiación, a la falta de compromiso de la banca, en un contexto de continuada bajada de actividad de algunos sectores, sólo pretende enmascarar las decisiones que algunas empresas deben tomar sobre sus propios costes. Las mismas estructuras empresariales deben ser capaces de adecuar sus costes a la nueva situación de demanda. Y para ello, si fuera necesario, las administraciones públicas deben facilitar la puesta en marcha de EREs transitorios, siempre que vayan con acuerdo con los sindicatos.

En BBK seguiremos financiando un tejido empresarial competitivo. También en el complicado contexto actual. Pero animamos a las empresas a adoptar, en primer lugar, sus propias medidas anticrisis, aunque sean difíciles de afrontar, para ser más eficientes, más productivas y adaptarse mejor a sus mercados. Creemos en compañías capaces de capitalizarse, innovar, que cuentan con buenos estándares de calidad, que han buscado la internacionalización, que se enfrentan a crisis de demanda y de mercado con sólidos fundamentos.

En épocas de crisis hay que prepararse para el día después. Para las empresas esta capacidad de previsión se traduce, inevitablemente, en inversión e innovación, dos activos sobre los que sí es posible atraer financiación.

Es cierto que el origen de la recesión se sitúa en los excesos cometidos por algunas entidades financieras. Pero hoy y aquí estamos hablando ya de otra cosa. Por eso, cargar constantemente la responsabilidad exclusiva de la crisis -de toda la crisis- en la banca es faltar al rigor.

En BBK continuamos fieles a nuestro modelo de banca, que se sustenta en una gestión rigurosa, alejada de riesgos innecesarios, que busca la cercanía al cliente y la transparencia. Nuestra respuesta ante la crisis ha consistido en redoblar los esfuerzos dirigidos a satisfacer las expectativas y las necesidades de la sociedad, desde las familias hasta las empresas. Por ello, la afirmación de falta de financiación no se puede generalizar. La sociedad tiene derecho a saber realmente quién ha cerrado el grifo de la financiación, a quién y por qué.