DETERIORO. Los inmuebles de la barriada tienen grandes carencias, tanto exteriores como interiores. / C. O.
Jerez

Cerrofruto continúa sin ver el final del túnel de la infravivienda

Una vecina del bajo del bloque 11 soporta que aguas fecales caigan en su ventana, atrayendo a los ratones Denuncia que los drogadictos ocupan la vivienda de enfrente y queman la instalación eléctrica del edificio

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Los veinte bloques de viviendas de la barriada Cerrofruto albergan a unas doscientas familias, que además de compartir momentos de convivencia habituales propios de cada comunidad de vecinos, también están unidos por el deterioro de sus casas. Las extremecedoras vivencias narradas por Juan, David, Cristina, Isabel o José, que denunciaron el pasado viernes las condiciones infrahumanas que padecen en el bloque 13, podrían contarlas los inquilinos de cualquiera de los otros diecinueve edificios.

Si hace unos días se le cayó el techo del cuarto de baño a Isabel, al desplomarse el suelo de David, el presidente de la asociación de vecinos, Juan Atienza, apuntó que algo similar le ocurrió hace unos años a una persona del bloque 11.

Precisamente, una vecina del piso bajo de este edificio contó que debe soportar con resignación cómo caen las aguas residuales junto a sus ventanas, a través de un bajante exterior, procedente de los inmuebles superiores. «Aquí no se puede vivir de peste por el olor que deja la porquería que cae desde arriba junto a la ventana de la cocina y del cuarto de baño». Por si no tuviera bastante con soportar este hedor, sus efectos colaterales provocan la aparición de roedores asiduamente. «No sé decir por dónde entran los ratones pero supongo que el olor de lo orines hace que aparezcan tantos. Esta mañana mismo he matado uno». Lo peor es que no se trata de un hecho ocasional, pues la vecina ha denunciado esta situación en varias ocasiones sin encontrar respuesta de los organismos públicos.

A los malos olores se une además otro problema con la vivienda que tiene justo enfrente, debajo de la escalera, que se ha convertido en un chutadero habitual por los consumidores de droga. Lleva varios años aguantando la situación y pese a haber dado parte de ello en varias ocasiones, tampoco ha recibido una solución satisfactoria. Por ello, el presidente del colectivo vecinal advierte que «aquí cualquier día va a pasar una desgracia. Nos dicen que la vivienda tiene propietario, pero creo que los pisos deben ser para vivir no para tenerla así». Por si fuera poco, el cuadro de electricidad situado entre los inmuebles ha salido ardiendo en dos ocasiones, supuestamente provocado por los drogadictos, «sin mirar por los vecinos que viven aquí», apunta. El último incendio se produjo hace ocho meses y aseguran que la respuesta que encontraron en la oficina técnica es que «manden esto a la delegación correspondiente, pero a partir de ahí ya no se mueve nada más».

jaguilar@lavozdigital.es