MIRADAS AL ALMA

Duendecillo bergamiano

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Como un duendecillo, paseando con sandalias de esparto entre las secas hojas crujientes de un frondoso bosque verde y rojo. Más que pisar, flotaba entre las caídas hojas, pues su cuerpecillo delgado era más esquelético y fantasmagórico que carnal y pesado.

Disfrutaba este duendecillo delgaducho dejándose llevar por el caprichoso vientecillo del sur, y entre azotes y aleteos desplegaba sus largos brazos para sentir el húmedo vuelo de la brisa mojada. Gustaba de hacerse el muerto en vida; decía que para engañar a la muerte. Entre vuelos y piruetas, era preso gustoso del libre viento. Éste jugaba con él como cometa sin hilos que lo gobiernen. «¿Quieres bajar?», le preguntó el viento.

Y el duendecillo respondió: «No soy ni pisada en el camino ni veloz en mi paso, pero aquí arriba me siento abrir mis sentidos, oír con los ojos y ver con los oídos. Aquí galopo sobre las cimas de los pinos y castaños. Abajo soy pensamiento; aquí contigo, viento, soy emoción». El viento, abrumado por el entusiasmo y el frenesí del duendecillo, le permitió volar con él cuando quisiese, y fue entonces envidia de las hadas y ninfas del bosque que hasta entonces lo vieron poca cosa. Así, el frágil duendecillo sólo acudía a la tierra para comer frutas del bosque y saciar su sed en los ríos.

Fue entonces cuando un ramillete de mariposas negras le trajeron una red de pescador para que pudiese cazar pensamientos que alrededor del viento pululaban, pues estas ideas y pensamientos le arañan como afilados cristales en su vuelo al viento. «Nadie -susurró el viento- sabe oír las músicas nunca oídas, ni los pensamientos jamás creados que me rasgan las entretejas de mi piel». «¿Qué piel posees?», preguntó el duendecillo. «Piel de luz y sombra olvidadas, pero necesito de tu ingenio para sembrar en la tierra los pensamientos del cielo». El duendecillo, honrado por el mandato del viento, se dispuso a cazar como si se tratase de pajarillos, las ideas que revoloteaban, y los desnudaba con sutil cuidado para plantarlos en el bosque.

Mas con ellos se hizo la naturaleza más inteligente y sensible, y brotaron flores jamás vistas que musitaban músicas jamás oídas de tal belleza que hasta las hadas y ninfas del bosque crearon odas con arpas en honor al pescador de pensamientos.