Paisaje insólito

Primero fueron casas. Después llegaron los garajes, las iglesias, los cines y las gasolineras. Guillermo Pérez Villalta empezó con una Nikon, a mediados de los 70. Fue a visitar a un amigo a Valencia y se sorprendió de las curiosas estructuras de las casas de El Cabañal, a orillas de Mediterráneo. Las fotografió. Poco a poco fue descubriendo las particularidades estéticas de las distintas formas de arquitectura urbana y encerrándolas en la lente de su cámara. Se pasó a Pentax y consiguió un gran angular con la que continuó el trabajo.

El resultado es Arquitecturas Encontradas, una muestra llena de destellos de originalidad que presenta a un Guillermo Pérez Villalta embarcado en un proyecto diferente a todo lo que había realizado hasta el momento. Arquitecturas Encontradas será el plato fuerte del programa expositivo de la Diputación de Cádiz para el primer semestre del próximo año. La exposición podrá visitarse a partir del 23 de enero.

La propuesta consta de una selección de 60 fotografías de un total de 700 instantáneas que recogen edificios particulares, tanto por su planteamiento o por la inclusión de elementos de vanguardia en su condición de arquitectura popular, además de un audiovisual en en que se pueden ver todas las fotografías realizadas.

Pérez Villalta enseña un paisaje urbano insólito, imaginativo, divertido y casi completamente desaparecido, como una discoteca de Benidorm cuyo edificio tenía forma de ovni. La arquitectura industrial, «el apartado neomorisco», edificios cubiertos de azulejos y cines de los años cuarenta y cincuenta, se mezclan con las casas blancas, perdidas en mitad del campo. El artista, durante la inauguración de la muestra en la Kursaal de Algeciras, insistió en su apuesta por lo inútil, en su afán de la estética por la estética y en la defensa del criterio propio frente a los continuos cantos de sirena del pensamiento único.

Lejos de las modas

No es una novedad sustantiva en su trayectoria. Pérez Villalta siempre se ha manifestado a favor de los impulsos artísticos individuales, alejados de los influjos de las modas y de las exigencias del pragmatismo, de lo que esta muestra es un ejemplo más. El autor recuerda un zócalo realizado con botellas de cerveza en Algeciras, un macetero inventado sobre una rueda de camión llena de purpurina o un edificio recubierto de loza, trozos de vajillas, vasos y conchas, «verdaderos hallazgos», según explica. También lamentó que muchos de estos edificios hayan desaparecido y hace, a través de su propuesta artística, «un llamamiento en su defensa, puesto que son, a su manera, otra parte fundamental de nuestro patrimonio». El arquitecto criticó que el diseño de edificios de hoy en día «es cada vez menos imaginativo», por lo que les opone edificios cargados de «fuerza, de originalidad y gracia».

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