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El tapeo

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Desde que los bares, por aquello de dar mejor servicio y buscar más ingresos, instauraron la ruta de la tapa, muchos se preguntan si en Cádiz existió esa ruta alguna vez. En verdad que siempre la hubo, sobre todo al mediodía, pero hay que tener en cuenta que los horarios laborales eran distintos. Era raro que cualquier persona no entrase a tomar su aperitivo antes de llegar a casa para comer, a veces, en el almacén de su barrio, sitios estos muy frecuentados por algunas reuniones y donde se servía la tapa como indica su nombre, poniéndola sobre su copa.

Vamos a recordar unos sitios emblemáticos de aquellos ya lejanos tiempos. La célebre Villa de Madrid, en la calle de La Rosa. Este lugar era un sitio donde los más trasnochadores podían comer a las horas más intempestivas; lo célebre de allí era la tortilla mixta y la pata de cabrito al horno. Otro sitio nocturno, La Privadilla, donde acudían los artistas sobre todo flamencos para buscarse la fiesta de la noche.

Las tapas gaditanas de entones eran normalmente caseras y muy bien condimentadas. Aquel menudo del Bar Granada o del Bar Puerto Rico, en la Cruz Verde. La Flor de Galicia, en la calle Plocia, con su merluza a la flor. Los chipirones y el bacalao del Achiri cuando su propietario era Antonio Anasagasti. En la época estival la azotea de Orozco, en La Viña, con sus célebres caballas de La Caleta. Los principios de Gonzalo de Córdoba con su pescado caletero de caña hasta después de llegar al Faro. El mesón El Burladero, en la calle Manzanares, que abrió el recordado Agustín Fernández el Melu, con sus berzas y comidas gaditanas. Las delicias de El Pasaje, en la calle Nueva, con la especialidad de riñones al jerez. No cabe duda de que hoy el tapeo y el copeo son prohibitivos, pero no deja de ser agradable salir de copas y tapas. Todo, menos un burguer.