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El sol de la conciliación

El Ayuntamiento ha puesto en marcha otra Navidad el programa Conciliemos. Los talleres para acoger a los niños serán los días 22, 23, 26, 29 y 30 de diciembre. Nada se dice qué va a pasar del día 2, 5 y 7 de enero, días laborables, a menos que el sector docente, para solidarizarse con los padres, haya decidido renunciar a esos días de vacaciones. Imagínense que no, que es como cada año y se presenta el problemón de qué hacemos con los niños. A mí estas iniciativas municipales me recuerdan la actitud de mi prima Conchi. Cada vez que viene a cenar a casa, cuando ya está tomando el abrigo y despidiéndose de esa forma tan larga en que se despiden los familiares, me dice: «Bueno, ya sabes, si algún día tienes que contar conmigo para cuidar al niño...». Y lo deja ahí en el aire. Se lleva la mano a la cabeza y pone el dedo el pulgar en dirección a su oreja y el meñique, a su boca. Creo que quiere decir que le llame, pero por si acaso no pregunto.

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Y a mí Conchi -cuyo nombre es casi la raíz del dichoso verbo conciliación, mira tú- me resulta enternecedora. Primero, porque tiene buena voluntad y segundo, porque tiene 22 años y aún no se ha enterado de lo que vale un peine. Y con ella me pasa como con la concejal delegada de Mujer, Ana Mestre, a la que veo siempre tan educada y amable, que me da pena irrumpir en su trabajo para contarle la triste verdad.

La triste verdad -y ahora me voy a poner las gafas de Jim Garrison en JFK- es que los programas de conciliación no sirven para nada si se hacen las cosas a medias, si las plazas son limitadas o no se cubren todos los días de vacaciones. Y al final te encuentras pidiéndole un favor a tu suegra, a tu cuñada o a una desconocida (la canguro, que sólo quiere aprovechar para levantarse tarde cuando no tiene clases en la universidad).

La verdad, querida Ana, es que con todas las buenas intenciones tuyas, de los que han dibujado el folleto con un sol grande como señal del nuevo amanecer de la conciliación de las familias gaditanas, una no puede más que encogerse de hombros y dejarlo en la cesta del portal para la publicidad.