LOLI PIZARRO Y ALFONSO MARTÍN. Una familia jerezana les ha regalado una nevera, una televisión y una estufa. Además, la pareja entrará mañana en el Centro de Día El Salvador para participar en actividades y talleres y contar con un seguimiento directo de su caso. / JAVIER FERNÁNDEZ
Jerez

Historias tristes con un final ¿feliz?

Tres de los casos de sin techo y personas necesitadas publicados por este medio ya han recibido ayudas

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Una familia jerezana leyó en LA VOZ la historia de Loli Pizarro y Alfonso Martín, la pareja que vive en una vivienda abandonada -apuntalada y en un pésimo estado- que ocuparon semanas atrás en las inmediaciones de la plaza San Lucas. No dudaron en ingeniárselas para localizarlos para darles una nevera, una televisión y una estufa, elementos que podría ayudarles a vivir con algo más de comida.

Loli y Alfonso podrán ahora tener alimentos perecederos en su cocina, ver la televisión en su habitación y no pasar frío este invierno. Todo en una casa, eso sí, de apenas 15 metros cuadrados y que amenaza con caerse a pedazos en cualquier momento. Una vivienda de la que, a pesar de todo, se sienten tremendamente orgullosos porque, tras encontrársela repleta de escombros y basura, ellos mismos limpiaron, sanearon y amueblaron con restos de viejos muebles que encontraron en el inmueble, que aún guarda evidencias de que no hace mucho fue también un chutadero.

Pero la reseñada no es la única buena noticia que han recibido desde que su historia viese la luz. El lunes entrarán en el Centro de Día El Salvador, cogestionado por Cáritas y las Hijas de la Caridad. Allí participarán en talleres y en grupos de autoayuda. Sus responsables también seguirán su caso muy encima y tratarán de buscarle a Alfonso unos cursos remunerados y una vivienda social. En definitiva, que allí les asistirán y ayudarán en todo lo que puedan para conseguir que salgan adelante y completen su reinserción en la sociedad.

Otro que también ha recibido buenas noticias desde que su caso viese la luz en estas mismas páginas ha sido Paco Piñero, un sin techo que vive en la calle desde hace 15 años y que ahora lo hacía en unos soportales del barrio de La Plata, junto al Centro de Día Siloé. Apenas come y diferentes enfermedades y su adicción al alcohol le convierten en un caso de riesgo extremo, hasta el punto de que se ha llegado a temer porque no supere este invierno.

Servicios Sociales del Ayuntamiento le han ofrecido una plaza en el Albergue Municipal para que al menos cuente con un espacio recogido. El viernes pasó su primera noche allí. Pero sólo estará hasta mañana lunes, porque el Centro de Día El Salvador le ha encontrado una vivienda para vivir con un mínimo de dignidad y donde poder empezar a tratar su caso con un seguimiento específico. Es una forma de engancharlo para que se deje ayudar a todos los niveles, incluido, por supuesto, el médico.

También anda un poco más contentos desde hace unos días Ramón Velasco. Muchos recordarán su historia, reflejada en este periódico días atrás, por ser el inquilino de una vivienda de la calle Zaragoza donde se produjo un incendio el pasado 4 de octubre en el que murió su mujer. Desde entonces vivía en el Albergue, pero le habían dicho que el próximo martes 25 de noviembre tendría que abandonarlo. No sabía qué iba a ser de él porque con los 600 euros escasos que recibe al mes no le iba a ser fácil encontrar una casa y hacer frente, además, al resto de gastos imprescindibles, comida incluida.

Pero ahora respira un poco más tranquilo. El Centro de Día El Salvador le ha encontrado un piso de alquiler, en el que podrá entrar ya el mismo día 25, cuando tenga que abandonar el Albergue. Eso sí, lo tendrá que pagar él de los 600 euros que cobra, aunque la entidad le ayudará proporcionándole comida y otras posibles ayudas puntuales.

Otro rostro de las personas necesitadas de la ciudad que aparecido esta semana fue el de Juan Pedro González Barroso. Esquizofrénico y con disminución mental, sigue viviendo en la pensión que le ayudan a pagar Cáritas, El Salvador y Servicios Sociales del Ayuntamiento.

El matrimonio inmigrante compuesto por Najat Feriani y Bouchta Chekairi continúa viviendo en un estudio de unos 15 metros cuadrados que se cae a pedazos y por el que pagan 180 euros al mes, con una hija de dos años enferma y una segunda en camino.

wjamison@lavozdigital.es