Opinion

Déficit controlado

El Gobierno admite ya sin ambages la posibilidad de que el déficit público pueda superar el 3% en 2009. Lo hizo hace unos días el vicepresidente Solbes y lo confirmó ayer el secretario de Estado de Hacienda, Carlos Ocaña, quien puntualizó que el Pacto de Estabilidad europeo no excluye que pueda rebasarse ese límite aunque sí exige a los gobiernos que lo hagan que expliquen cómo piensan recuperar la estabilidad de sus finanzas. Las palabras de ambos acreditan que el Gobierno está dispuesto a utilizar el margen de que aún dispone para movilizar todos aquellos recursos que puedan paliar las consecuencias de la crisis, una orientación que resulta razonable tanto por la necesidad de reactivar en lo posible la situación económica como por la solvencia que han atesorado en los últimos años las Cuentas del Estado. Pero también subrayan la incoherencia que puede suponer mantener unas previsiones presupuestarias sobre la base de un déficit del 1,9% cuando el Ejecutivo está asumiendo ya que es más que probable que ese pronóstico quede superado por las exigencias de una coyuntura particularmente difícil.

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El presidente Rodríguez Zapatero ha insistido -también lo hizo ayer ante la OIT en Ginebra- en que su estrategia es más proclive a fomentar el gasto público con el objetivo de animar las actividades productivas que a promover rebajas de impuestos. El colchón con que aún cuenta el Estado no exime, sin embargo, de medir las iniciativas que puedan justificar el incremento del déficit ni a calibrar el impacto que tendría un posible incumplimiento de los límites del Pacto de Estabilidad en el próximo ejercicio cuando el inicio de la recuperación no se atisba hasta 2010. Es decir, cuando las circunstancias podrían empeorar -el continuado aumento de la morosidad supone un factor añadido de inquietud- y requerir de esfuerzos adicionales, sostenidos en el tiempo, por parte de las instituciones.