Opinion

El arte de la prudencia

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

oy de los que opinan que los tipos que se dedican a esto del fútbol son unos afortunados y que su margen para la queja es más bien exiguo. Sin embargo, como toda regla siempre existe alguna excepción. Vale, partimos de la base de que lo que rezuma mi forma de pensar no es sino un hálito de envidia, cochina envidia, por no haber podido llegar a pelotero caro. Asumo mi indignidad en los terrenos de juego y no escurro el bulto. Partimos de esa base. Sin embargo, y aunque casi por definición un futbolista (entiéndase también entrenador y adláteres) es un tipo privilegiado que debería pasar el día dando gracias, hay que tratar de enfocar y atender a las reclamaciones cuando vienen sustentadas por un hilo de racionalidad. Algo parecido le ocurre a Esteban: hasta la fecha sus toques de atención no han sido gratuitos ni fuera de lugar. Dejando a un lado su innegable rendimiento en el cargo (fuera peloteos, ya habrá tiempo para los palos), pocos en su piel para tener el tino de lanzar las quejas en el momento adecuado. Digo esto por la amargura que ha mostrado esta semana a cuenta de las condiciones en las que tiene que trabajar su equipo. Entrenamientos. El Xerez, equipo de Segunda hasta que no se demuestre lo contrario, prepara los encuentros en una condiciones de relativo máximo TBO. No creo que los jugadores vayan cada día al mercado a hacer la compra, pero con el paso de los días se van convirtiendo en duchos especialistas del cultivo de la patata temprana. A golpe de macharse las articulaciones. Es lo que tiene entrenar en un patatal o en un terreno pensado para la hípica. Esto no es algo nuevo. El mensaje de Esteban está lanzado con inteligencia, justo cuando se prevé que estamos a un paso del cambio de manos en la dirección del club (se supone, claro). Que el guante lo recojan a partes iguales, la parte saliente y la entrante. Uno en el debe y otro en la cartera de obligaciones. El toque de atención no llega para tapar ningún tipo de debacle deportiva, sino cuando el equipo furula. No es ventajista, es realista. No se trata de una queja gratuita. «El hombre cauto jamás deplora el mal presente; emplea el presente en prevenir las aflicciones futuras». Lo dijo un tal Shakespeare, pero lo podría haber firmado el propio Esteban. Que todo quisqui se dé por avisado de una vez. Cuando lleguen mal dadas, que nadie se haga el nuevo. Por favor.