Que se mueran los feos
Sor Rosa, la monja que me daba inglés en el colegio (aunque podría haberme dado ruso) siempre decía que gracias a gente como ella los guapos podían destacar. Por comparación, se entiende. Con los edificios, pasa más o menos lo mismo que con la gente. A nadie le gustan los feos. No es una cuestión ni de colores ni de gustos. Hay cosas que están fuera de discusión. El Balneario de La Palma y el castillo de San Sebastián son dos lugares objetivamente hermosos. El IES La Viña y el Parador Hotel Atlántico son horribles. Qué le vamos a hacer. Seguramente a sus padres (los arquitectos) les duela oírlo, pero no tienen mucha defensa.
Actualizado: GuardarLo bueno es que a la gente nadie se la carga por fea, pero con los edificios hay una especie de saña popular. Nunca el grito de Que se mueran los feos fue tan popular. Estos dos de los que hablo ahora pronto serán historia, víctimas de la piqueta y la excavadora.
Pero es probable que, en el momento de ser concebidos, no hicieran tanto daño a la vista. Es como ese compañero de pupitre que una tenía, que era del montón aunque salvable. Resultón, que diría tu madre. Dejas de verlo durante 20 años y al cabo, te lo encuentras en Tuenti y te cuesta reconocerlo: todo el volumen que perdió en el pelo lo ganó en la cintura y en la papada.
En realidad, los dos mencionados no son los únicos que yo metería en la trituradora de la historia. Votaría porque pasaran a mejor vida muchos edificios de viviendas (¿por qué los hacen todos ahora sin balcones?), la antigua Báscula, el Puerta del Mar, la sede de un conocido banco en Canalejas...
Y puestos a fijarse en Canalejas, más que los quioscos de La Caleta y Varela, yo votaría por eliminar el centro de recepción de turistas. Si no fuera porque es conocido y notorio que Teófila Martínez no es simpatizante de Hugo Chávez, juraría que esa especie de OVNI es el satélite diseñado en China y presentado al mundo por ese tipo con boina roja que parece recién salido de Eton.
