Economia

Contra el alarmismo

La caída del 0,2% registrada por el Producto Interior Bruto tiene un significado preciso y claro, pero que no debe extrapolarse hasta el punto de afirmar que estamos en una recesión irreversible. Y ello por una razón principal: el concepto de recesión no debe identificarse tan estrictamente con una variación puntual negativa del PIB, ya que lo que en realidad interesa es el comportamiento tendencial. En la crisis del petróleo que se extendió de 1974 a 1983, la economía española sufrió una caída sistemática de la tasa de crecimiento del PIB, que apenas rebasaba el 1% cada año y que incluso llegó a ser negativa en uno de ellos. En aquellos momentos, cabía hablar de recesión no por la caída puntual de un año, sino por la tendencia inequívoca en la evolución del PIB.

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Hecha esta aclaración previa, la situación actual no es peor que la que padecimos en aquella década ni la que se suscitó a principios de los años 90, dado que con las medidas que se están adoptando tanto en EE UU como en la UE podría darse un resultado bien distinto en el próximo trimestre o, a más tardar, en el siguiente. Y decimos esto porque la rebaja de los tipos de interés en EE UU hasta el 1%, encaminada a revitalizar el consumo -que es la variable clave de la economía estadounidense-, puede producir asimismo, y con un desfase temporal relativamente corto, una vuelta al crecimiento positivo. Lo que incidiría a su vez de forma favorable, dada la intensidad de la globalización, tanto en la economía europea como en la española. Por otra parte, las iniciativas que se han promovido en nuestro país para reforzar el sistema financiero se desarrollarán hasta alcanzar, a través del sistema bancario, a los consumidores y las empresas -especialmente a las de pequeño y mediano tamaño-, lo que lógicamente contribuirá a un resurgimiento también en España del consumo; resurgimiento que se verá garantizado si, como es de esperar, las decisiones del Banco Central Europeo sobre los tipos de interés siguen la pauta a la baja marcada por la Reserva Federal norteamericana. Por tanto, y ante una caída del PIB de la que tenemos precedentes en el pasado, no deberíamos aumentar el desasosiego y la incertidumbre del mercado, dado que ambas cosas generarían un efecto pernicioso que hay que evitar a toda costa.