EL JEME

¿Sólo Memoria Histórica?

En el alarde historiográfico que Garzón hace en su auto, ha omitido a Gabriele Ranzato autor de El eclipse de la democracia, quizás lo mejor que entre tantas toneladas de basura se ha escrito últimamente sobre la guerra civil. La obra cita los Diarios completos de Azaña en los que éste escribe: «la ferocidad de la guerra llega a extremos repugnantes. Unos 300 hombres de la columna que manda El Campesino quedaron copados y prisioneros. Cuando se entró en uno de los pueblos tomados, encontraron a los 300 hombres fusilados y con las piernas cortadas. Poco después cayó prisionero un tabor de moros; el jefe de la fuerza que los apresó ordenó en represalia fusilar a 400. A esto se le llama el nacer de una nueva España, era preferible la vieja con todas sus lacras». Concluye Azaña: «cuando estén colmadas de muertos las cuencas de España, muchos creerán haber engendrado una nueva patria. Se llaman padres de la patria y no son más que matarifes».

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Hoy más que nunca son actuales las palabras de Ortega y Gasset cuando afirmaba que: «El presente se compone de nosotros y nuestros enemigos y no es cosa de que mientras luchamos con ellos se nos pida que les entendamos. Por eso es justo que se permita a la política militante cierta dosis de ceguera y el uso de algunos conceptos y tópicos que en rigor son falsos. Lo que no parece aceptable es que esas ideas inexactas sugeridas para la lucha, sean tomadas en serio cuando se trata de explicar, de aclarar el pasado».

Garzón debiera haber leído a Ortega, probablemente nos hubiera ahorrado un auto inefable, por usar un término suave, en el que sólo ha faltado imputar a Arias Navarro como autor de un delito de falsedad, por haber anunciado la muerte de Franco. La noticia ha sido un bombazo, pero nada comparable a lo que hubiera sido si Garzón, hoy más garzoncillo que nunca, no se hubiera precipitado y hubiera esperado un mes, sólo un mes; para dictar su auto en la víspera del 20-N.

Se me escapa la intención que subyace tras esta estrafalaria actuación, pues como le ha dicho el fiscal alto y claro: «la pretensión de conocer todo en un solo procedimiento quiebra las más elementales reglas del proceso penal y aboca a una inquisición general prohibida en nuestra Constitución». Afirmación que nos lleva a dos presunciones: o bien Garzón es un ignorante al desconocer algo tan básico en el Derecho penal como el principio de legalidad consagrado en la Constitución, que significa que no es delito aquella conducta que cuando se realizó no estaba sancionada por la ley, como ocurre en este caso, o bien es un prevaricador, si conociendo esa circunstancia y a sabiendas, insiste en iniciar este proceso penal.

Lo que sin duda se está resintiendo de este sinsentido es el prestigio de la propia Audiencia Nacional, tribunal de naturaleza «excepcional» cuya única justificación es facilitar la lucha judicial contra el terrorismo. Asistimos cada vez menos sorprendidos a su politización, a los conflictos entre sus jueces estrella y lo que es peor; esa sensación de politización judicial se va extendiendo al resto de la justicia, de modo que cualquier resolución judicial mínimamente relevante, es analizada bajo el prisma de cual es la asociación profesional a la que pertenece el juez que la dicta.

Garzón conseguirá convertir una tragedia en un espectáculo, pues desgraciadamente esto sólo es el comienzo, cada palada de cada fosa será retransmitida en directo, se avecina el Gran Hermano de la Memoria Histórica. Tantos españoles muertos no se merecían este epílogo.