Opinion

Pacto contra la crisis

La prensa catalana lanzó el domingo que Mariano Rajoy estaría meditando la posibilidad de ofrecer al Gobierno un pacto económico general para afrontar la crisis que incluiría un acuerdo presupuestario. La propuesta de Rajoy prestaría gran atención a la financiación de las pymes y excluiría cualquier medida, como el abaratamiento del despido, que resultase inaceptable para el PSOE. El mismo día Zapatero manifestaba desde Valencia que aceptaba la propuesta, por lo que ambos líderes se reunirán en breve. CiU ya ha dicho que desea estar en el pacto, siempre que se acometa también la cuestión de la financiación catalana. Como es conocido, CiU ya presentó hace dos semanas una moción parlamentaria, aprobada por unanimidad, que solicitaba al Gobierno que, junto a las cuentas públicas del próximo año, presentase un amplio plan anticrisis.

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Según aquellas fuentes, el argumento que habría llevado a Rajoy a esta plausible conclusión sería que «visto lo que está ocurriendo en Estados Unidos, casi es más importante la existencia de un sólido y solvente discurso sobre la crisis, un discurso capaz de de generar confianza, que las medidas en sí mismas». Rajoy se ha percatado de que su intento de hacer recaer la responsabilidad de la crisis sobre el Gobierno ha fracasado por cuanto ha adquirido gran visibilidad la evidencia de que los orígenes del turbión son efectivamente trasatlánticos, provienen del naufragio del sistema financiero norteamericano. Aunque aquí tengamos además una crisis inmobiliaria doméstica, a la que el PP contribuyó en el período 1996-2004.

En suma, sería suficiente con que se vislumbrara una desinteresada cooperación de la oposición con el Gobierno en esta mala coyuntura que nos afecta a todos para que esa generación de mayor confianza fuera un hecho. Pero no se le puede pedir al PP tanto desinterés: es lógico que su colaboración, si se produce, le conceda un cierto protagonismo. A fin de cuentas, ante tanta adversidad, hay cabida para ayudas e iniciativas de muy diverso corte. Y las distancias reales entre PP y PSOE con respecto a los Presupuestos son simbólicas.

Dicho esto, y si cuajara ese pacto presupuestario, quizá fuera posible ir más allá en la cooperación. Jordi Sevilla publicó el domingo un análisis en el que propone para España un plan «que sin olvidar que el Estado también tiene fallos, aproveche las experiencias del cambio filosófico derivado del viraje americano que, aun sin llegar a un socialismo financiero para ricos, sí cambia algunas cosas importantes». Dicho plan habría de sustentarse sobre tres pilares: primero, dignificación del imprescindible papel del Estado en un sistema democrático con economía de mercado. Segundo, asimilación del criterio de que la intervención del Estado no puede hacerse sólo a favor de los más pudientes. Y tercero, constatación de que las intervenciones excepcionales más costosas y con cargo a los presupuestos tienen más legitimidad si existe un sistema fiscal en el que pague más el que más tiene.

Las elecciones generales no serán hasta el 2012. Es, pues, muy dudoso que esta crisis y su solución tengan repercusión electoral directa. Es por lo tanto el momento idóneo para que PP y PSOE hagan gestos de magnanimidad a favor de todos en lugar de tratar de explotar las circunstancias para destruir al adversario.