Cartas

Defensor del mayor

El 1 de octubre se celebra el día internacional de las personas de edad. Desde estas líneas quiero ratificar mi incondicional apoyo a la celebración de esta jornada que opino debe ser motivo de satisfacción para aquéllos que tienen la suerte de vivir muchos años.

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Sin embargo, resulta evidente que este colectivo carece de una figura específica que se ocupe de su protección integral. Cada vez son más los hechos que a mi entender justifican la necesaria existencia de un Defensor del Mayor: múltiples casos de abandono y malos tratos, situaciones de verdadera discriminación social, multitud de barreras arquitectónicas y sociales, insuficientes camas hospitalarias, pocos especialistas en geriatría, escasísimas plazas en residencias geriátricas, paupérrimos niveles de pensiones y un largo etcétera que sin duda alguna contribuyen a que la dependencia de las personas mayores vaya creciendo cada vez más.

Y no sólo la dependencia hacia la propia familia y su entorno, sino hacia las estructuras con las que debe enfrentarse día a día.

Se estima que los mayores, en general, desconocen cuestiones de marcado interés tanto para ellos mismos como para sus familiares y cuidadores: la incapacitación, el ingreso de personas con deterioro cognitivo en residencias, la intimidad, la protección patrimonial de los mayores, la conversión de inmuebles en renta, el testamento y la sucesión intestada conforman de por sí abundante materia para el Defensor del Mayor. Es algo que les debemos a nuestros mayores y que de algún modo nos debemos a nosotros mismos, porque ¿quién no aspira a poder llegar a mayor sin que nadie conculque nuestros derechos?