DONDE LAS CALLES NO TIENEN NOMBRE

Los fuegos artificiales de la calle Consistorio

Cuando parecía que ya no podía subir más, el paro nos ha vuelto a dar una desagradable sorpresa en Jerez, donde ya pacen 21.161 parados. Bueno, a los políticos les gusta llamarles demandantes de empleo, que queda más suave, pero todos sabemos que su verdadero nombre es parados, con todas las connotaciones que tiene la palabra.

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Podría parecer que nos tiramos a la yugular de la alcaldesa, pero lo cierto -y se trata de números, no de interpretaciones- es que la tremenda escalada que se ha producido en el numero de parados en nuestra ciudad ha coincidido con la etapa de Pilar Sánchez como regidora. El desempleo no ha dejado de crecer en los últimos tres años, y, especialmente, en este ya ha adoptado unos tintes verdaderamente trágicos. A favor de Sánchez se puede decir, que también es cierto, que Jerez ha visto crecer su población en este tiempo, que las políticas de empleo no corresponden al Ayuntamiento sino a la Junta (aunque son los consistorios los que deben liderar la búsqueda de inversiones y oportunidades de trabajo), que todavía no ha tenido tiempo suficiente para aplicar sus recetas y que la crisis no sólo está instalada aquí sino en toda España y parte del mundo. El problema con Jerez es que cuando el resto del país está estornudando nosotros ya tenemos una pulmonía de padre y muy señor mio y vamos directos para la UCI.

En contra de Pilar Sánchez y de su Gobierno municipal se podría apuntar que la llegada de Área Sur no ha servido para aliviar los datos del paro -aunque Sánchez pregonó durante meses que crearía «miles» de puestos de trabajo- que no se ha sabido apuntalar la economía local ante la previsible caída del sector de la construcción y que se está haciendo demasiada política de fuegos de artificio.

¿Por qué digo esto? ¿Me puede explicar alguien para qué narices se firmó en Jerez, de la manera más rimbombante posible, el Acuerdo de Concertación Social? Aquella imagen con la Junta, los sindicatos y los empresarios, probablemente habrá proporcionado un gran rédito electoral a Pilar Sánchez, pero poco más.

Hoy ya podemos decir abiertamente lo que pensábamos el día que se constituyó la Mesa de la Concertación, que se trata de una iniciativa sin fondo, sin contenidos y sin dinero, pero que queda muy bien en el escaparate de la opinión pública.

Esto que estoy diciendo lo saben a la perfección los sindicatos y empresarios que se sientan a esa mesa y que, me consta, se han llegado a sentir como convidados de piedra perdiendo el tiempo.

Un Acuerdo de Concertación Social serio, de los que van más allá de la fachada, tendría que ser uno de los principales instrumentos de generación de riqueza de la ciudad, una factoría de ideas, una plataforma de apoyo al tejido sociolaboral de Jerez, y, por supuesto, sus integrantes se tendrían que reunir más a menudo. Pero ¿para qué?, se preguntarán algunos de ellos.

Fijense, el último encuentro, celebrado esta misma semana, sirvió para que la alcaldesa presentara a los miembros de la Mesa su «batería de medidas» contra la crisis. Es evidente que esa reunión se la podrían haber ahorrado, puesto que sólo bastaba con leer o haber leído los periódicos del pasado martes para conocer las propuestas de la alcaldesa. Tras la sesión, los sindicatos no querían ni hablar ante la prensa, no sé si por vergüenza torera. Una Mesa de la Concertación tiene que servir para algo más. O dejémoslo en que tiene que servir. Pero ahora no es más que una apariencia o, al menos, esa es mi humilde opinión.

Por otro lado, el plan de la alcaldesa contra la crisis tampoco es que nos tranquilice. Cuando sabes que no puedes hacer nada por solucionar un problema, tienes dos opciones: o dices la verdad y reconoces que no llegas; o haces como el que puede arreglarlo. Y es que llama la atención que las dos grandes medidas del Ayuntamiento de Jerez en ese plan contra la crisis que se ha sacado de la manga Pilar Sánchez son, precisamente, dos iniciativas que ya estaban previstas y que se tenían que llevar a cabo si o si. Estoy hablando de la aprobación del PGOU y del comienzo del Plan de la Vivienda. Con ello el Gobierno municipal quiere incentivar la obra pública y privada y reactivar el sector de la construcción. Me parece muy loable por su parte, y ojalá funcione, pero que no nos lo vendan como un superplan para salvarnos de la crisis. Es lo que había. Y la gente no es tonta. Al final, el peligro de tirar tantos fuegos artificiales desde los balcones de la calle Consistorio es que el electorado termine quemándose.