VUELTA DE HOJA

Solbes promete

El vicepresidente del Gobierno ha acudido al Congreso, sin miedo a que le sacudan a él, para explicar las líneas generales del futuro modelo de financiación. Esas líneas están todas torcidas.

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Hay que reconocer que el buen hombre no carece de valor. De lo que anda mal es de dinero. No puede prometer, pero promete. Todos los agobiados grupos políticos, menos el PSOE, han rechazado su oferta a las ávidas autonomías de repartir más dinero entre ellas. El gran economista ha omitido el dato de decirles de dónde va a salir la pasta, pero hay que confiar en él porque es un hombre de números, en especial de número rojos.

Se sabe que el déficit del Estado se ha disparado en julio causando innumerables víctimas. Como en aquel célebre accidente de ferrocarril, puede decirse que «por fortuna, todos los muertos son de tercera», pero se sospecha que en el futuro van a extenderse.

Aquí no se va a librar casi nadie. Las soluciones colectivas son siempre difíciles, pero siempre que se pisotea un hormiguero hay supervivientes. Al parecer no disponemos de recursos, pero sí de «recursos adicionales». Ojalá nos pasara lo mismo a los que siendo, más o menos autónomos, vivimos en las desproporcionadas autonomías.

A mí, por ejemplo, me ocurre algo semejante a lo de aquel personaje de Woody Allen que, una vez revisadas escrupulosamente sus cuentas, llegó a la conclusión de que tenía el suficiente dinero para el resto de sus días, a condición de no gastarse nada.

Creerse las promesas de los políticos a partir de los dieciséis años es un indicio inequívoco de deficiencia mental. Comprender que ellos lo hagan, ya que de algo tienen que vivir, es una clara señal de generosidad. Prometer nunca ha arruinado a nadie y menos a las autonomías que ya está previamente arruinadas.