ESPAÑA

La oleada de la violencia machista provoca un agosto de zozobra

El compromiso de toda la base social, comenzando por los hombres, es imprescindible para terminar con esta lacra

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El repunte de asesinatos machistas, la condición inmigrante del 40% de las víctimas y la agresión al profesor Jesús Neira están convirtiendo agosto en un mes de zozobra en la lucha contra la violencia de género. Pero si el progresivo cerco legal y social a esa compleja lacra deja ver cíclicamente sus asignaturas pendientes, la denuncia pública de tales déficits también ofrece pistas para corregirlos y, sobre todo, refuerza la trascendencia del compromiso ciudadano en el asunto.

Hay coincidencia general en que la violencia machista no podrá ser derrotada sin una implicación firme de toda la base social que acompañe la Ley Integral y las medidas que la desarrollan. Empezando por los propios hombres. El profesor Neira, brutalmente golpeado al defender a una mujer que estaba siendo maltratada, se ha convertido en un símbolo del compromiso ciudadano, que ya tenía el ejemplo de Daniel Oliver, el universitario valenciano que perdió su vida al ayudar a una chica insultada y acosada por su novio.

Pero no es fácil, como acaba de subrayar el experto australiano Bob Pease en su trabajo 'Implicando a los hombres en la prevención de la violencia machista', donde aclara que su rechazo no implica una intervención activa; de hecho, añade, «la mayoría de hombres no violentos no se enfrenta a otros que lo son». De ahí la advertencia de los grupos españoles de Hombres por la Igualdad, aún minoritarios, pero cada vez más activos, contra el «inaceptable nivel de tolerancia social» de la cotidiana marginación femenina que sirve de caldo de cultivo al maltrato.

La tolerancia alcanza incluso a las familias de las víctimas, que apenas firman el 2% de las denuncias. Las organizaciones feministas echan en falta movilizaciones masivas que expresen, como reclama Ana María Pérez del Campo desde la Federación de Asociaciones de Mujeres Separadas y Divorciadas, «un rechazo social absoluto como el que se pide para el terrorismo político».

El problema es que incluso a las víctimas les cuesta asumir esa actitud. María Teresa Gómez-Limón, perito forense del Juzgado Número 5 de Violencia contra la Mujer, cita el «síndrome de adaptación paradójica» para explicar los diez años de media que aguanta la víctima antes de presentar denuncia. El lento avance del proceso, incluidos los «arrepentimientos» momentáneos de su agresor, la relación afectiva y la sensación de fracaso «personal» en la pareja, hacen que «el maltrato llegue a parecerle norma» y que «muchas veces tienda a justificar la conducta del maltratador y a atribuirla a factores ajenos a él».