SUPERIOR. Garbajosa, en plena lucha con el ex-baskonista Planinic. / EFE
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Querer es poder

España alcanza la semifinal olímpica 24 años después con un triunfo ante Croacia basado en la seriedad defensiva y el sentido común adelante

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Se ignora la proporción de creyentes, agnósticos y ateos que se alinean en la selección española, pero todos los jugadores se acogieron ayer al refrán celestial por el que Dios ayuda a los madrugadores. Al fin, en el día más indicado para cumplir los preceptos y evitar purgatorios e infiernos, el combinado nacional deleitó a sus aficionados con una puesta en escena como manda el Altísimo. Terminó con la generosidad humanitaria que había mostrado cual ONG en el arranque de demasiados encuentros. Cuajó un primer cuarto sobresaliente, en el que amasó renta, serenidad y mando para alcanzar la semifinal olímpica veinticuatro años después de que aquellos barbudos lograsen en Los Ángeles la plata tras la final con la majestuosa tropa del entonces joven Michael Jordan.

España ha tomado en su provecho las ventajas que el sistema de competición depara desde el sorteo de lotes, donde todas las cartas reposan boca arriba sobre la mesa. Por coincidir con Estados Unidos eludía al hombre del saco en los cruces eliminatorios. Bastaba abrazar la lógica, terminar segunda, para evitar probablemente a Lituania y Argentina en cuartos, como así ha ocurrido. Todos, que se atreva a levantar la mano el disidente, hubiesen firmado el duelo con Croacia como antesala de las medallas. Claro que para ahuyentar sofocos de última hora, el conjunto de Aíto necesitaba recuperar una identidad difusa tras el duelo inaugural con Grecia. Y, por ventura, España se reconoció en la jornada de la verdad. Recuperó los galones para firmar una victoria convincente, un ejercicio de superioridad sin dudas propio de un grupo autoritario en la defensa de su título mundial.

Voluntad

El rico andamiaje táctico que sostiene el baloncesto está muy bien siempre que los jugadores, dueños últimos del destino, manifiesten en voz alta su voluntad de querer. De nada sirven la defensa individual, las variantes zonales o la presión en todo el campo si se ejecutan con el freno de mano levantado o sin pasión alguna. Al olor de los metales, la selección española se conjuró para construir el partido como mandan los puristas modernos, de atrás hacia adelante, en una sucesión de olas que ahogó desde el principio el talento croata.

El combinado de Jasmin Repesa tardó tres minutos en anotar su primer punto (3-1); se demoró seis y medio hasta que, con 12-1 en el marcador, el 'bilbaíno' Banic -destacado de su bando- metió la primera canasta en juego. Sencillamente, el bloque de Aíto decidió construir el edificio con cimientos poderosos, la defensa, para levantar pisos a la altura de Pau Gasol. Croacia vivió todo el compromiso incómoda, como sujetada al cuello por una correa. España le negaba las penetraciones y dejaba espacios ridículos para que sus tiradores armaran el brazo. Los de la bandera de ajedrez se presentaban con un 48% de acierto en triples y a España le colaron uno de cada cuatro.

El conjunto de Aíto obtenía matrícula en los cuadros zagueros del frontón. Y además rozaba el sobresaliente en los alegres con aplicación del menos común de los sentidos y la búsqueda permanente de Pau Gasol, formidable en su centenario como internacional. A la calidad que no hay hijo de madre que le discuta, el pívot de los Lakers añadió el liderazgo firme que, a veces, se empeña en regatear. Disposición plena, nueve puntos en el primer cuarto, catorce al descanso y una víctima prematura: el baskonista Barac, castigado con el banquillo a los 75 segundos al claudicar en su duelo con el 'noi de San Boi'.

Garbajosa y Navarro

España entendió ayer la importancia suprema que adquiere un buen comienzo en una cita trascendente. Le bastó el puño de hierro para lograr un tanteador como los de Titín en el Adarraga (22-9 al borde del descanso) y con calma, pero sin concesiones a la frivolidad, vivir de manera sobrada el resto del partido. Las diferencias se estiraron por el peso de lo que se veía: 37-21 cerca del intermedio y máxima ventaja de veinticuatro puntos (68-44) antes de la conclusión. Hasta ahí decidió correr España, que se dejó ir como Bolt en la recta final, metros que aprovechó su adversario para lavarse la cara mediante un parcial de 4-15 que sonó a excusa.

El pase a la semifinal frente a la siempre amenazadora Lituania deja algunos motivos de reflexión. Primero, el gozoso apunte de recuperación a cargo de Garbajosa, rebozado de encuentro, partícipe importante en la estupenda defensa colectiva y protagonista de buenas continuaciones con sus compañeros interiores. Segundo, la aparente renuncia a esperar más de Navarro. Ayer disputó diez minutos con todo el pescado vendido. Fue suplente del reserva, Berni Rodríguez. Pero del triunfo ante Croacia se infiere el perogrullo: en el caso de España, 'c' de actitud más 'p' de aptitud es igual a devorar rivales. Eso sí, Lituania exigirá la mayor voracidad del gargantúa.