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El Olimpo rechaza a Federer y apuesta por Nadal

El suizo cayó ante Blake y el español, que barrió en cuartos, luchará hoy con Djokovic por las medallas

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Y decían que en Pekín no llovía. Ayer no paró hasta las ocho de tarde. Noche cerrada aquí. Hasta le dio tiempo a Gasol para ganar a Alemania, comer, un rato de siesta y ver, ya en horario de verbena y en la pista central, la rápida victoria de Nadal ante Melzer. «¿Toma, toma!», gritaron los dos en el último tanto. Puños cerrados. Uno en la grada, el otro en la pista. A eso había ido hasta allí el pívot catalán. A ver ganar a Nadal. Lo habitual. Si hubiera estado en el Tenis Center un rato antes, habría asistido a algo insólito hasta hace tan poco: la derrota cabizbaja de Federer.

Hasta hace nada, el suizo no sabía perder. Fue Gastón Gaudio el que, tras recibir un doble 6-0, dijo: «He caído ante el mejor jugador de la historia». Eso dicen. A la altura o por encima de McEnroe, Borg o Sampras. De la historia. Pero no del mundo: el próximo lunes, tras 237 semanas de reinado, le sucederá su heredero, Rafa Nadal. Federer disputa su plaza en la leyenda con los grandes, pero no deja de perder en el presente, en 2008. Ayer fue su última derrota, en los cuartos de final de los Juegos ante el estadounidense James Blake, una buena raqueta aunque sin títulos con pedigrí: 6-4 y 7-6 (2). Adiós al título individual. Aún le queda el de dobles. Poco trofeo para el que nunca perdía y ya no gana: sólo dos finales victoriosas este año, en Estoril y Halle. Despojos para él. «Puedo salvar la temporada en los Juegos y el US Open», dijo al llegar a Pekín. No parece. El Olimpo le ha rechazado.

Ayer apareció indolente en la pista. Un día antes, el 437 del mundo, Rafael Arévalo, le había hecho seis juegos. El síntoma de la depresión. El fantasta de la interminable final perdida en Wimbledon ante Nadal. Siempre él. Cuatro finales fallidas ante el mallorquín en 2008. Para qué seguir. Federer pisaba un diván más que una pista. Cedió el primer set al dejarse ir en el último juego con el servicio a favor. Se suicidó. La segunda manga resultó gemela. Choque igualado. Depresivo, en el lado suizo. Blake era el entusiasmo.

Federer, una vieja derecha de seda que se enreda ya con su inseguridad. Regaló dos bolas en el tie-break, escuchó el grito al cielo de su rival, se arrancó la cinta del pelo, agachó el cogote y se despidió con tibieza. Todo sin energía. «He creado un monstruo», lamentó una vez. Se refería a la obligación de ganar siempre. Como si estuviera harto de ser tan bueno. Ahora, con 27 años, quiere y no puede. El lunes será el número dos del mundo. Ni se acuerda de cuándo estuvo tan abajo.

El suizo nunca ha sentido la llamada de los cinco aros. Nada de villa olímpica y compartir catre con la muchachada. Hotel de lujo en el barrio noble de Pekín. Como si no estuviera en los Juegos. Jamás ha estado. En Sidney 2000 le tumbó Thomas Haas. Y hace cuatro años en Atenas se despidió en la segunda ronda ante el checo Tomas Berdych. Ayer fue Blake, que nunca antes le había superado. «Siempre he creído en mí», voceó ayer el estadounidense. «Sabía que le podía ganar al mejor del mundo». En eso se equivocó. Ganó, aunque no al mejor. Ése jugó dos horas y pico después. Nadal, en horario de discoteca. A medianoche. La lluvia pequinesa había impuesto la demora. Era tan tarde que el mallorquín pareció salir con prisa: 6-0 en el primer set.

A su rival, el austriaco Jurgen Melzer, otro zurdo, no le va trasnochar. Salió dormido. Condenado. Se desperezó algo en la segunda manga. Llegó a mandar 2-1. A enredar con el 4-4. Melzer fue un buen juvenil, hasta ganó el Wimbledon de esa categoría. Luego se quedó a medio camino. Neutral. Ni arriba ni abajo. Puso todo su peso en el juego siguiente y acabó aplastado. 6-4. Fin.

Era de noche y Melzer estaba en una pesadilla, la que se repite en la madrugada de muchos tenistas: sudan y dan vueltas por la cama o la pista. En frente, un tipo con rasgos salvajes no deja de lanzarles flechas. Un derechazo en el entrecejo los despierta. Para entonces ya están fuera del torneo. Y de Pekín. Alli seguirá Nadal. Ya en semifinales. Entre los cuatro que barajarán las tres medallas: el mallorquín, Fernando González, Blake... Y Djokovic, el rival en las semifinales; el otro tenista que compartirá con Nadal desde ahora los grandes duelos. Los que antes siempre ganaba Federer, desterrado del Olimpo.