JÓVENES. El quinteto Musitrix, durante su actuación de anoche. / FRANCIS JIMÉNEZ
Cultura

Sonata para una noche de verano

El Festival Al-Kalat cruza el ecuador de la cita con las impecables actuaciones del Quinteto Musitrix y The Soloist of London junto a Juan Francisco Padilla

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Si Hemingway escribió que «hay lugares que tienen su propia melodía», es porque no conoció Alcalá. En este pueblecito de cuento, enclavado en pleno corazón del Parque de los Alcornocales, entre robles y romerales, caben tantas sonatas y suites, concertos y sinfonías, que sería imposible elegir una única pieza para dejarse acompañar por el trazado curvo de sus calles, por sus plazas generosas, bajo ese cielo singularmente estrellado -del que incluso escribió Lorca-, hasta los soportales del patio de la Sagrada Familia o el pórtico medieval de la Iglesia de San Jorge.

La idea de ponerle banda sonora al verano en Alcalá es -casi- una consecuencia natural, el paso lógico que va de la sugestión artística -obligada por ese contexto excepcional-, a la creación pura. La música de calidad y en directo encaja a la perfección con la cal luminosa, revocada sobre el enlucido, que tinta de blanco el pueblo; con el verde vivo de las copas de los alcornoques y con la claridad sinuosa de los riachuelos que la rodean. No es de extrañar que, en cuatro años, el Festival de Música Al-Kalat haya pasado de ser una apuesta arriesgada, un empeño, a una realidad incuestionable e imprescindible de la programación cultural de la provincia.

A pesar del falso halo de elitismo que persigue a la música culta, la gente llana, la misma que hace la compra en el mercado y sigue el medallero olímpico, ha integrado con soltura el calendario del Festival en sus días de verano. Le han perdido el miedo: Han entendido que para disfrutar de la Sinfonía para cuerdas Nº4 de Mendelssohn no es necesario distinguir un Allegro de un Andante. Basta con entregarse, sin prejuicios, al lenguaje intenso, sensorial y emocional que emana de los instrumentos.

Eloísa Gutiérrez, que regenta un pequeño negocio en la Plaza Alta, constata cómo, desde su palco particular, escoltada de latas de refrescos y gusanitos, «el oído se te va haciendo». «Lo que sigue teniendo más gancho es el flamenco -explica-, pero poco a poco cada vez hay más gente del pueblo que entra a los conciertos de música clásica. Antes venían, sobre todo, extranjeros».

Como Shelly Frape y Maggy Rohen, llegadas desde Inglaterra y alojadas en Medina. «El año pasado tuvimos, por primera vez, referencias del Festival a través de Matthew Coman, y nos enganchamos gracias a la actuación de Claudio Martínez Mehner. Desde entonces, tenemos el propósito de repetir mientras podamos».

Ayer, en pleno ecuador de la cita, aún con la agradable resaca del magnífico programa que el miércoles firmaron The Soloist of London y Juan Francisco Padilla, el Quinteto Musitrix, formado por miembros de la Joven Orquesta de Andalucía, continuó ahondando en el misterio de la música con Vivaldi y Telemann como genios invitados.

El propio Coman hizo las presentaciones e invitó a los presentes a disfrutar de otra noche de magia con Musitrix, un quinteto joven, multipremiado, que representa a esa nueva generación de intérpretes andaluces que «están tomando el relevo».

El Corcerto para dos violines en La Menor (Allegro-Larghetto e spiritoso-Allegro), abrió la noche. Después, el público del patio de las Escuelas Profesionales de la Sagrada Familia celebró la Sonata para Laúd y Basso Continuo en Sol menor R V 85 (Andande molto- Larghetto- Allegro) y el Corcerto de Telemann para dos Violas en Sol Mayor (Lent-Gai-Large-Vif).

En la segunda parte del programa, pudo escucharse el Concerto para Laúd en rey mayor, RV 93 (Allegro guiusto-Largo-Allegro), y la Suite de Don Quixote de Telemann.

Cuando los músicos acunaban sus instrumentos, ya dormidos, en el fondo tapizado de sus estuches, el público aún disfrutaba de los ecos del concierto. Compartían la rara sensación de haber viajado, sin moverse del patio de la Sagrada Familia, por extraños lugares encantados. Y todos, expertos y neófitos, maestros y aprendices, querían volver. dperez@lavozdigital.es