PAN Y CIRCO

Lentos, bajos, débiles

Disney no le ofrecerá ningún guión, porque el negrito acuático se quedó sin la medalla y los perdedores sólo tienen gracia si al final ganan o se mueren. Eric Moussambani ha denunciado a sus patrocinadores por incumplimiento de contrato. La marca le ofreció una beca de cuatro años para que pudiera entrenar en una piscina de verdad, a cambio de ciertos compromisos publicitarios. Como era guineano, obcecado y simpaticón, algunos ejecutivos del gremio pensaron que también era gilipollas.

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A lo mejor se acuerdan del tipo. Moussambani fue el autor del piscinazo de Sidney 2000. El nadador batió el antirécord de 1:52:72 en los 100 metros libres. Alentado por una multitud rugiente y seguido de cerca por un equipo de socorristas, cuando llegó por fin a la meta amenazó con desmayarse. Después confesó que la piscina más grande en la que había competido tenía 50 metros y que su experiencia deportiva se reducía a siete meses.

Moussambani entró a formar parte del selecto grupo de los «lentos, bajos y débiles» que han sembrado de anécdotas la Historia de los Juegos Olímpicos. El primer lugar en el podio lo ocupa el fondista haitiano Charles Olemos (¿42 minutos en los 10.000!), la plata sería para el afgano Abdul Baser (4 horas, 24 minutos en la maratón de Atlanta) y el bronce, probablemente, se lo quedaría el tiburón guineano.

Por aquello de la notoriedad negativa, a nuestro antihéroe le llovieron las ofertas. Hizo una tourné por las televisiones europeas. Lo más humillante, quizá, fue cuando en una cadena alemana lo empujaron al agua para que se batiera con una ancianita de 85 años. En Texas, le tiraron ranas. Los mismos patrocinadores que entonces avivaron la fanfarria, ahora miran para otro sitio. No les importa que se ahogue. Podría, incluso, resultar rentable.