TRIBUNA

La más rancia Europa

A fuerza de sobresaltos, y más de un disgusto, la población en general está aprendiendo las bases de la economía globalizada. Términos como el IPC, el PIB, el euríbor, el índice Ibex, el barril brent o las hipotecas subprime, se han convertido en temas de conversación en coloquios de peñas y en la comidilla de los tiempos muertos en las esperas de la población escolar.

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«Que todo lo que sube baja», y viceversa, y que «todo puede ser empeorable», son axiomas a los que nos vamos acostumbrando. No hace falta haber realizado un master en finanzas en las prestigiosas Universidades de Yale o Harvard, o haber compartido café con los presidentes del Banco Mundial o del Banco Central Europeo para saber que en economía todo es cíclico. Épocas de bonanza se alternan con periodos de «desaceleración económica», antes llamada crisis. Lo que no estaba claro era que este mismo criterio de alternancia se aplicara a la consecución de derechos sociales y laborales.

Con nocturnidad, ya que se aprobó al filo de la media noche, y no sé si con alevosía, la Unión Europea ha aprobado ampliar por encima de las 48 horas la semana laboral. Este derecho consagrado por la Organización Internacional del Trabajo hace más de 90 años ha sido vilipendiado por nuestros representantes en las instituciones europeas.

A propuesta de la presidencia eslovena, la nueva directiva permitirá a cada estado miembro modificar su legislación para elevar la semana laboral vigente de 48 horas hasta las 60 horas semanales, en casos generales, y a 65 horas para determinados colectivos como el personal sanitario. Desde hace años en el Reino Unido se viene aplicando el opting out, lo que permite a cada persona empleada pactar con su empresario «libremente» el tiempo de trabajo. «Divide y vencerás».

Nuestro ministro de Trabajo, don Celestino Corbacho, ha tachado tal directiva como una auténtica «regresión social». En unos momentos en que tanto se habla de la conciliación de la vida familiar y laboral, y en los que se han realizado importantes avances normativos, ejemplo de ello es el Estatuto Básico del Empleado Público, aparece esta directiva que da al traste con las esperanzas de muchas familias que entendían por flexibilización del mercado laboral, que éste se adaptase a las necesidades individuales, familiares y sociales de la persona trabajadora.

Según los últimos informes de la OCDE, los países más productivos, a la sazón los de siempre, Dinamarca, Finlandia y Suecia, no son precisamente los que más horas dedican al trabajo. «Una cosa es cantidad y otra bien distinta calidad». En España trabajamos una media de 1.840 horas al año, frente a las 1.432 horas de Noruega. En la Unión Europea (UE) los países que menos horas trabajan son Holanda (32,7 horas) y Dinamarca (35,3 horas). Los que más Grecia (41,7 horas) y Bulgaria (41,6 horas)

La recientemente aprobada directiva sobre inmigración viene a poner de manifiesto el importante giro a la derecha que ha dado Europa en los últimos años. Las grandes locomotoras europeas (Francia, Alemania e Italia) están dirigidas por gobiernos conservadores. Esta directiva, llamada de la vergüenza, recoge algunas de las reivindicaciones realizadas en la década de los noventa por el francés Le Pen, líder del partido de ultraderecha Frente Nacional. Se permitirá tratar como a delincuentes y retener hasta 18 meses a aquellas personas que huyan del hambre, las guerras o la opresión. Los menores de edad podrán ser encarcelados o enviados a países diferentes al suyo, siempre que el país receptor los acepte. ¿A cambio de qué? Esta norma, que deberá entrar en vigor en 2010, afectará a más de 8 millones de inmigrantes ilegales que se calcula que viven en la UE.

Según los expertos esta directiva contraviene gran parte de la normativa legal elaborada durante años por la UE y referida al Derecho sobre Inmigración y Asilo (reagrupación familiar, residencia y extranjería, inmigración irregular, asilo y refugio).

Muchos han sido los organismos internacionales que se han pronunciado en contra de esta directiva, que recorta, si cabe, los pocos derechos de las poblaciones más desfavorecidas. Save the Children, Amnístia Internacional, Consejo Europeo para los Refugiados (ECRE. European Council on Refugees and Exiles). Para Nicolás Sartorius, vicepresidente de la Fundación Alternativas, esta directiva supone «un ataque brutal a muchas conquistas sociales logradas en las últimas décadas».

Han bastado unos meses de «desaceleración económica» para que rápidamente estigmaticemos, hasta lo que ahora era mano de obra barata, a la inmigración, responsable de gran parte de nuestros males. Lejos queda ya la época de bonanza económica cuyos pilares se sustentaron sobre esta población trabajadora de «usar y tirar».

Ahora que está en juego el futuro de la Constitución Europea, con estas medidas crece el número de euroescépticos. Las reglas del juego son ahora ultraliberales, copia del modelo americano que, desde el punto de vista social, podemos considerar un auténtico fracaso.