Cultura

Dulce puente hacia las estrellas

Estrella Morente y Dulce Pontes emocionaron y 'pellizcaron' con su 'Fadenco' en el estreno del Castillo de San Sebastián como escenario de conciertos

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Pretender que artistas de la talla de la granadina Estrella Morente o la portuguesa Dulce Pontes se encorseten en un único estilo es como pedirles que dejen de ser ellas mismas. La cosa va de mezclas y no, no vamos a pedir perdón por transgredir la ley de la ortodoxia, no vamos a intentar justificar que el artista debe expresarse como le dé la real gana, sin ataduras, sin prejuicios, sin censuras. Se imaginan que, a día de hoy, en pleno siglo XXI, con toda la información de la que puede disponer un artista de nuestro tiempo, éste se limitara a no ir más allá de lo que en su día hicieron los denominados clásicos. Hombre, por Dios, el tema ya tendría que estar más que zanjado, pero nada, no encontrarán ustedes crítica al espectáculo Dulce Estrella que no haga referencia a esta idea de la mezcla y fusión, para cuestionarla o desprestigiarla de algún modo: Fadenco, ellas mismas se han encargado de advertirlo y de vociferarlo a bombo y platillo. Me parece genial el palabro. La cuestión es que ni Estrella Morente puede borrar de su disco duro las canciones de Serrat, Ketama y, por supuesto, Pastora Pavón; ni Dulce Pontes puede tirar a la papelera de su escritorio mental las influencias del piano de conservatorio, de la música de danza o de los ritmos africanos, medievales y mediterráneos que ha ido adoptando en sus composiciones. Y si el año pasado Estrella, acompañada por su marido el torero Javier Conde, acude al concierto que Dulce Pontes ofreció en el Alcázar de Jerez y se queda prendada de la voz de la portuguesa y se conocen y nace una amistad y su sensibilidad anima a ambas a dar un paso más en su carrera, pues adelante. Al final todo se reduce a algo mucho más básico y sencillo: ¿Qué nos hicieron sentir Estrella y Dulce, Dulce y Estrella, a los privilegiados que ayer pudimos disfrutar de su espectáculo dedicado al agua y la vida en el Castillo de San Sebastián. ¿Emocionaron o no? Y por utilizar la tan flamenca expresión... ¿Dieron pellizco o no?

Coraje, cariño y nobleza

Lo cierto es que el reto que tenían por delante Estrella Morente y Dulce Pontes era bastante enmarañado y lo salvaron con nota. Le echaron coraje y le pusieron cariño y nobleza. Entraron en el escenario a las once y diez de la noche. Dulce por la izquierda, totalmente de blanco y con el pelo muy corto, casi rapada. Estrella por la derecha, también de blanco, poniendo la nota de color con su manton de manila rojo, y una flor del mismo color en su pelo recogido. Comenzaron a capella, y es obvio que el trabajo en los ensayos, a medida que avanza esta popular gira que desembocará en la Bienal de Flamenco en Sevilla, va dando cada vez mejores frutos.

La propuesta actual de dos renovadoras natas como son Dulce Pontes y Estrella Morente, bien acostumbradas a pisar en terrenos de todo tipo, se salta todos los guiones preestablecidos. La clave es la fusión en la cumbre y sin fronteras del instrumento más importante, el que más nos tiene que herir en su espectáculo: la voz.

Ambas artistas abrieron el concierto sentadas sobre la tarima, jugando con el agua del barreño, e interpretando canciones populares de España y Portugal, como la Nana de los Pastores, el Leva, Leva, o el Mihlo Verde. La dualidad hermana de la sorpresa y prima de la calidad no nos abandona. Cuando las artistas bajan de la tarima y se mueven como sólo ellas saben hacerlo ocurre lo mismo. Los cuatro muleros pone música a un nuevo remate de alianza en el cante y los movimientos.

Al temple

Estrella, torera y flamenca al temple; Dulce, juguetona coqueta y danzarina con su baile. A la media hora, la granaína deja sola a la portuguesa para dar paso a los relevos en escena. Varios espacios en los que cada una ataca su repertorio más tradicional, a solas con sus músicos. Cuando la hija del maestro Enrique lo hace es para regalarnos, ahora ataviada con su falda flamenca de volantes, unas magníficas alegrías de Cádiz o para dedicarle un cante a su querida Málaga y a su torero. Dulce Pontes también aprovecha su turno para cambiarse y salir de riguroso negro. Con Maldiçao nos congela la sangre y se gana que alguien incluso le pida María la Portuguesa, a lo que simpática responde que aún no se la ha aprendido.

El remate final comienza pasadas las doce y media, con los ya clásicos de los repertorios de ambas, que son recibidos entre grandes ovaciones. De nuevo unidas bajo el manto azul de una espléndida noche de verano, con Estrella también de negro, se atreven con el tango María de Buenos Aires. Y enlazan con Volver, de Estrella, y Cancio do mar en dos nuevas versiones que no hacen más que ensanchar las amplísimas latitudes de ambas obras maestras. Anoche, en la Caleta, la Morente y la Pontes trazaron un dulce puente hacia las estrellas, y desde allá arriba, éstas vieron cómo se borraban las innecesarias fronteras del mapa que dibujan una división entre España y Portugal.