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Obama persigue seducir al decisivo voto judío en su visita a Jerusalén

El candidato demócrata reitera su compromiso con la seguridad de Israel y sitúa como prioridad evitar que Irán consiga armas nucleares

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Barack Obama reservó ayer su último día de gira por Oriente Próximo, antes de dirigirse a Europa, para hacer frente en Israel a una amenaza para sus aspiraciones presidenciales. Más sutil. Y más poderosa, que los escenarios de guerra que ha pisado en Afganistán e Irak: el escepticismo de la comunidad judía hacia su candidatura.

Obama desplegó ayer una agenda maratoniana y un discurso milimétricamente diseñado para romper la desconfianza en torno a su figura. Los judíos estadounidenses son votantes decisivos en las elecciones, sus talonarios también. Así que el flamante candidato no ahorró en los elogios y los mensajes garantistas hacia Israel que se esperan de todo aspirante a la Casa Blanca.

Fue su primer planteamiento por la mañana, antes de visitar el Museo del Holocausto -tocado al estilo hebreo con una kipá- y de rezar en el Muro de las Lamentaciones. La existencia de Israel «es un milagro», afirmó tras entrevistarse con el presidente hebreo, Simon Peres, ante el que deletreó sus intenciones de mantener la privilegiada alianza Washington-Tel Aviv que los más reacios exigían oír. «Estoy en este viaje para reafirmar la especial relación entre Israel y los Estados Unidos, mi permanente compromiso con su seguridad y mi esperanza de poder servir como socio efectivo, ya sea en calidad de senador o de presidente», explicó.

Sabedor de que sus orígenes como Barack Hussein Obama, de antepasados musulmanes por línea paterna, han levantado tantas suspicacias como su propósito de entablar con el presidente iraní negociaciones «sin condiciones previas», el demócrata rindió una y otra vez compromisos de seguridad y defensa a Israel.

No en vano, el candidato demócrata eligió su visita a la ciudad israelí de Sderot, para decir por igual que «un Irán nuclear representaría una grave amenaza y el mundo debe prevenirlo», y que, si su hogar con sus dos hijas se viera atacado por proyectiles, haría «cualquier cosa por pararlo». «Y esperaría -añadió- que los israelíes hicieran lo mismo».

Tras haberse reunido con el ministro de Defensa, Ehud Barak, y el jefe de la oposición, Benjamín Netanyahu, el aspirante afroamericano aprovechó su estancia en Sderot junto a la jefa de la diplomacia hebrea, Tzipi Livni, para despejar los temores de quienes sospechan que, de llegar a la Casa Blanca, el actual senador por Illinois podría restringir la libertad de acción de Israel.