CAFÉ FÉNIX. Destaca el vanguardista decorado.
CÁDIZ

Del Falucho al vuelo fallido del Ave Fénix

Los rellenos de los años cincuenta que dieron paso a las edificaciones supusieron la transformación de la avenida del Puerto, donde el negocio más antiguo es el Café-Bar Lucero

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Pocos meses después de ser inaugurado el edificio Fénix (octubre de 1.956), por aquel entonces el más alto de Andalucía con once plantas y un presupuesto de diez millones de pesetas, la estatua del ave del banco Banesto cayó sobre la marquesina y uno de los autobuses que estaba en la parada. Aquel vuelo fallido del Ave Fénix no dejó heridos, pero quedó en la memoria de los gaditanos que hoy peinan canas. «El suceso se produjo el 15 de junio de 1.957. Una vez que se restauró el pajarraco, José María González de la Maza se encargó de subirlo. Una tarea complicada debido al tamaño y al peso (1.300 kilos y 50 metros de largo) Era un hombre muy célebre en Cádiz porque se encargaba de hacer los trabajos difíciles con su cuadrilla, tanto es así que le llamaban el Rompemuros», explica Eduardo Lumpié Sánchez, un gaditano que vivió de cerca aquel acontecimiento.

La avenida del Puerto toma el nombre porque antes de los rellenos el agua del mar llegaba hasta donde hoy se encuentra el Café-Bar Lucero, el negocio más antiguo de la vía con 50 años. «Cuando bajaba la marea se formaba una especie de playa en donde nos bañábamos y pescábamos de niños eludiendo la vigilancia del carabinero. El Falucho, un barco de Rota dotado de dos velas y un motorcito, atracaba delante del edificio Trocadero. Era el Vaporcito de aquella época en donde venían a Cádiz las personas para ir al médico o hacer trámites. El velero también traía kilos de fresca fruta y verdura de Rota», cuenta.

Recién llegado de Medina Sidonia, Nicolás Lucero, con una gran vista empresarial fundó el Café-Bar Lucero en el número 1 de la avenida del Puerto. «Hoy el establecimiento sigue siendo usado por los turistas y personal de oficina que trabaja en la zona», según Lourdes Córdoba Marín, una de las empleadas. La solera del inmueble destaca en el mobiliario de madera, como las sillas, mesas y el mostrador, así como la entrada dotada de un rótulo antiquísimo en el que pone el nombre.

Al lado, Luis Lucero, uno de sus siete hermanos, abrió con el tiempo un estanco de venta de quinielas y periódicos, que hoy todavía sigue vigente en otras manos.

Llega la modernidad

También en el número 1 recientemente se ha abierto Euro Vending, una local de máquinas dispensadoras de refrescos y alimentos que permanece abierto las 24 horas del día durante todo el año. María Ángeles García, una joven estudiante que saca una Coca-Cola, considera que «es una comodidad este tipo de negocios porque te permite comprar a cualquier hora».

Otro de los negocios antiguos de la zona fue la Barbería Manolo, otro de los personajes queridos de la zona. El local hoy sigue abierto, pero con otro nombre y menos clientela, Peluquería Trocadero.

El Café Fénix siempre fue una cafetería sólo que tuvo distintas denominaciones, como El Dollar y El Capli. Marta Vélez, una de las camareras asegura que está situado en un lugar estratégico debido al «gran paso» que tiene la zona y que «los clientes suelen ser empleados» de empresas de los dos únicos edificios de oficinas que tiene la calle (el Fénix y el Trocadero) o «personas que cogen el autobús», cuya parada de la línea 1 y 5 está a escasos metros del negocio.

Asimismo, la compañía Naviera Ibarra ha dado paso a la empresa de alquiler de vehículos Atesa, mientras que el Banco Banesto que fue el que construyó el edificio Fénix y tenía su sede en los bajos dejó paso al Burger King hace siete años. Un lugar que es frecuentado por niños y turistas recién llegados de los cruceros de el puerto. «Esta es la entrada por mar a la ciudad y como tal existe mucho cruce de culturas. Desde el lunes pasado que cogieron las vacaciones los escolares hemos notado más afluencia de clientes todos los durante todos los días», aclara Raquel García, la gerente del conocido establecimiento de comida rápida.

El edificio del Trocadero es el primero que se construyó en la avenida Del Puerto y por ende tiene más historia. «Aquí no sólo se han albergado oficinas. En la pérgola ubicada en los altos existió un conocido restaurante, El Trocadero, que por las noches se convertía en una sala de fiestas desde donde los comensales podían disfrutar de una maravillosa vista del muelle. El dueño era Carlos Dorado», cuenta Lumpié.

En tren a La Victoria

El tranvía también tuvo paso por la avenida Del Puerto cuando esta se llamaba Paseo de Canalejas. «Desde aquí salía un tren para la playa La Victoria que tenía parada en La Martona. Eran tres vagones que iban llenos de gente cargada con sillas y sombrillas», recuerda.

La gran transformación de la vía vino con los trabajos de relleno que supusieron el alejamiento del mar y la llegada del Club Naútico y los circos. La draga belga se encargó de hacer el dragado del muelle en el que hoy atracan colosos llegados de Europa y América. La reja para evitar posibles caídas al agua terminó por cambiar una parte de la ciudad que tiene un encanto particular al colindar con la plaza SanJuan de Dios, pero esa será otra historia.

jmvillasante@lavozdigital.es