BUEN HIJO. El boliviano, en su presentación como azulino. / J. C. C.
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Un cuerpo pequeño para un corazón enorme

El boliviano Gustavo Pinedo ha podido hacer realidad su sueño de comprarle una casa a sus padres en La Paz

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En la vida hay auténticos genios que pasan desapercibidos en el devenir diario. En el mundo del fútbol, las buenas acciones pasan por realizar partidos homenajes o recaudaciones para obras benéficas. Para un futbolista, su sueño pasa de firmar por un grande del fútbol mundial a ganar un título con su selección nacional. Sin embargo, el día a día siempre deja espacio para historias como la protagonizada por el jugador boliviano del Xerez Gustavo Pinedo.

Sus padres, Augusto Pinedo y Ana Zabala, llevaban 11 años viviendo arrimados a un pequeño cuarto húmedo y oscuro debajo de las graderías del estadio Ramón Tahuichi Aguilera de la capital boliviana. Más de una década donde la familia Pinedo-Zabala ha vivido limpiando las gradas de un estadio donde Pinedo dio las primeras patadas a un balón. Esa era la realidad de una familia formada por el xerecista, sus padres y sus cuatro hermanos, todos menores que él. La realidad hasta hace dos semanas, cuando la familia se pudo mudar al barrio 23 de Marzo, zona Sur del quinto anillo de la capital, a una vivienda con todas las comodidades para albergar a los siete miembros de la familia.

«Es mi sueño»

Y todo gracias al azulino, quien lleva toda su vida ahorrando para hacer realidad este sueño. En declaraciones a Radio Intercontinental, el delantero transandino comentaba que «mi deseo siempre fue que ellos vivan cómodamente, por eso comencé a ahorrar dinero para comprarles una casita». La encargada de elegir el modelo y la ubicación de la casa fue su madre, Ana Zabala, una casa construida sobre una superficie de 360 metros y en la que Pinedo ha invertido unos 22.000 dólares, casi 15.000 euros.

Además, el azulino ha podido hacerle a su padre otro regalo;un coche marca Toyota, para que así pueda ir al estadio a seguir con su trabajo de barrendero. «La humildad nunca la vamos a perder sabemos de dónde venimos», sostuvo el padre del futbolista, quien no pierde las esperanza de viajar a Europa y ver jugar a su hijo en vivo y directo en España. Además, aclaró que pese a que su hijo mejoró su posición económica todavía le quedan ganas para seguir barriendo en el estadio. «Es una ocupación que me gusta y no pienso dejarla aún, cuando decidimos trasladarnos me costó mucho porque en el Tahuichi tengo recuerdos de mis años de trabajo; además fue donde Gustavo aprendió a patear pelota».