Opinion

Rebajas en el 'eje del mal'

Aunque en The Washington Post Condoleezza Rice dijo que dirige la negociación con los norcoreanos «con profundo escepticismo» es clara la satisfacción con que hoy el gobierno Bush hará posible que los norteamericanos vean en TV cómo se destruye la torre de enfriamiento de la central de Yongbiong, el corazón del programa atómico de Corea del Norte, su fábrica de plutonio.

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Ayer, mediante una declaración emitida en Pekín, sede de la negociación multilateral, se confirmó lo esperado: Pyongyang entregó el anhelado inventario de sus activos atómicos, aunque no el número o la calidad de las armas nucleares, que se han dejado, por acuerdo, para la próxima fase de la negociación.

Aunque el acuerdo llega con medio año de retraso tiene suficiente envergadura y posibilidades de verificación como para que Washington ponga en marcha con rapidez esperadas medidas políticas de contenido económico en la práctica, porque levantarán el veto a la inversión extranjera, empezando por el fin de ciertas sanciones financieras y, sobre todo, la salida de Corea del Norte del eje del mal.

Allí la puso en enero de 2002 el presidente Bush de antes de la invasión de Irak, junto al país árabe y el Irán. Era, y es aunque quede reducida al Irán jomeinista, la máxima expresión del repudio americano, aunque hay otra versión (la de los baluartes de la tiranía) donde se supone que sigue junto a Cuba, Irán, Myanmar, Siria y Zimbabue.

El acuerdo es positivo para todo el mundo y tiene un fuerte componente regional aunque en Japón se expresa un descontento explícito, y así se lo hacen saber a los norteamericanos, porque no se ha aclarado el destino de ocho de sus ciudadanos secuestrados hace décadas por los servicios secretos norcoreanos para formar espías y de los que Pyongyang, que liberó en su día a otros cinco, dice que han fallecido

En todo caso, el acuerdo es visto como un éxito de todas las partes y refuerza el papel de China, único protector del régimen paleolítico de Corea del Norte, en su papel de mediador incansable. Los japoneses, aunque inquietos por el alcance de los acreditados misiles norcoreanos, pueden creer razonablemente que no llevarán pronto, y verosímilmente nunca, una cabeza nuclear.