PAN Y CIRCO

Volveremos

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no coge el bolígrafo y hasta le tiembla. De igual forma que no asimilas la muerte de un conocido cuando llega de golpe y te preguntas si no será una equivocación a lo largo del boca a boca, no acertaba a admitir lo ocurrido en la tarde del pasado domingo cuando, detenido en la habitual caravana chiclanera, pasamos del éxtasis al llanto, de la gloria al fracaso en apenas un segundo. Por el carril izquierdo, avanzaba un veterano y querido periodista que para evitar males mayores apagaba la radio para no escuchar la narración del vital penalti. ¿Pítame si marcan, Fernando!, me dijo tras bajar la ventanilla, y el amigo Ignacio se quedó tan planchado como el resto de los verdaderos cadistas. Hubo quien avisó de la llegada del lobo, pero, pese a los pesares y pese al total convencimiento de que el Cádiz sería el peor en hacer la tarea, mantuvimos la esperanza en forma de inesperada pena máxima. No podemos quedarnos en la anécdota. El error de Abraham Paz fue sólo el cruel broche a una temporada aciaga, donde existen claros culpables, aunque el periodismo más servilista omita incluso nombrar al principal. Pero no es momento de hacer leña del árbol caído ni de sumarse al carro de los que «ya lo sabían» pero no abrieron la boca durante toda la temporada, siguiendo el juego a quienes pretenden incluso establecer cuando puede o no criticarse. Un forero sugirió mandar mensajes a los más de mil cadistas que volvían con los ojos enrojecidos de tierras alicantinas. Así lo hice con los conocidos y a todos ellos dedico estas líneas. Quien se rige por el ánimo de lucro sólo tendrá ojos para el patrimonio neto, o para buscar alianzas y conjuras inexistentes con las que tapar sus clamorosos errores, pero el verdadero patrimonio de este club, el activo que no admite interpretaciones ni está en venta, es esa marea amarilla que fue y volvió de Alicante para animar a quienes no lo merecían. Sólo y exclusivamente por ellos, sé que VOLVEREMOS.