COSTA DE MARFIL. Un niño vende patatas en un céntrico mercado de Abidjan. / AFP
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La ONU pasa el desafío del hambre al G-8

El plan fijado con el FMI y el Banco Mundial para revivir la agricultura en África reclama a las potencias acuerdos sobre el biocombustible y el fin del proteccionismo

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La segunda jornada de la cumbre de Roma sobre el alza de los precios de los alimentos y el aumento del hambre en el mundo, tras constatar el primer día la gravedad de la emergencia, sirvió ayer para que cristalicen los primeros pasos prácticos. Mientras seguía el goteo de anuncios de donaciones desde países y organismos, pues la FAO (Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) reclama 30.000 millones de dólares -20.000 millones de euros- para afrontar la situación en los países peor parados, se perfilaron dos líneas de acción. Una, inmediata, ya está en marcha. Es la Iniciativa sobre el Aumento de los Precios Alimentarios (ISFP, en sus siglas en inglés), un plan que la FAO emprendió en diciembre, cuando saltaron las alarmas, y ya funciona en cinco países al borde del desastre: Burkina Faso, Mauritania, Haití, Senegal y Mozambique. Otros cincuenta países están esperando.

La segunda medida es a largo plazo. En ella están involucrados, no sólo la ONU y sus organizaciones de alimentación -FAO, Programa Mundial de Alimentos (PMA) y Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA)-, sino el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI). Es el llamado Marco Integral de Acción que propone soluciones profundas, una receta comprometida que se traslada a los despachos más altos en las próximas semanas: al Consejo de la UE, a mediados de junio, a la reunión de la Organización Mundial del Comercio (OMC) a final de mes en Ginebra y sobre todo, en julio, a la cumbre del G-8 en Japón. Las naciones más ricas deberán demostrar su voluntad política de poner las buenas palabras en marcha.

En realidad, el trabajo que ya hace la FAO en la primera línea de la crisis es un modelo a pequeña escala. El centro de atención son los pequeños campesinos, base del problema y de las economías locales en los países pobres. La ayuda les llegará a través de semillas, fertilizantes, herramientas y también asistencia técnica, para poder diversificar y mejorar sus cultivos. Otro frente es la construcción de carreteras locales, sistemas de riego y redes comerciales. Por último, la FAO quiere amortiguar las pérdidas de las cosechas, que a veces alcanzan a una quinta parte, mediante la mejora del almacenamiento y la prevención de las distintas plagas y enfermedades del ganado.

Desde diciembre, la FAO ha invertido 17 millones de dólares -11, de euros- pero tras la cumbre el programa pretende expandirse con un presupuesto de 1.700 millones (11.000) que llegará a 20 ó 30 países, principalmente en África, para paliar la crisis a finales de 2009. El 55% del dinero irá a parar a la creación de redes de seguridad para ayuda humanitaria y suministro de semillas y fertilizantes.

Es la punta de la gran operación para recomponer las reservas mundiales de alimentos y desempolvar la agricultura en los países pobres, abandonada durante décadas, gracias a la paradójica oportunidad que proporcionan los altos precios. «En los países en los que la agricultura ha pasado a un segundo plano porque era más barato importar alimentos, los campesinos cuentan ahora con el aliciente de producir y ganarse la vida, al tiempo que garantizan el suministro de alimentos a nivel mundial», explicó ayer el subdirector general de la FAO, el catalán José María Sumpsi. El plan involucra al sector privado, presente en la cumbre como un interlocutor más, al igual que las ONG.

«Resultados, ya»

El plan a largo plazo, el Marco Integral de Acción, diseñado por un grupo de trabajo de alto nivel, se apoya en estas líneas, pero va más allá. Como adelantó ayer Robert Zoellick, el director de Banco Mundial, espera «un acuerdo internacional para eliminar los obstáculos a la exportación de comida y las limitaciones que elevan los precios y golpean a los más débiles». Uno de los puntos clave del borrador es exigir la conclusión de las negociaciones de la Ronda de Doha para liberalizar el comercio mundial, abiertas desde el año 2001, y «reducir las distorsiones en el mercado agrícola». En opinión de Zoellick, que compareció con el secretario general de la ONU, Ban Ki-Moon, «necesitamos resultados ya, son la diferencia entre que millones de personas puedan comer o no».

El jefe del grupo de trabajo y responsable de la ONU de emergencias humanitarias, John Holmes, dijo que el documento marco estará listo a finales de mes para presentarlo al G-8. Los otros puntos esenciales en los que se esperan soluciones de las grandes potencias son los más polémicos: la especulación en los mercados de cereales y el biocombustible.